¿quién fue PEIRCE?
Dr. House y Ch. Peirce
De House a Peirce, aventuras de una mente brillante
Desde el filme
Sherlock Holmes –y su fuente, las novelas de Conan Doyle– hasta la serie
televisiva Dr. House, ponen en escena a protagonistas avezados en la lectura de
ciertos indicios, ya sean huellas o síntomas. Esa peculiar forma de llegar a la
verdad fue objeto de estudio de Charles S. Peirce, cuya teoría de los signos es
clave para la semiótica.
por: Marcelo
Pisarro
CONJETURAS.
Tanto House como
Sherlock Holmes se valen de ellas en sus razonamientos.
La respuesta al siguiente interrogante podría buscarse en "Pierre Menard, autor del Quijote", el cuento de Jorge Luis Borges: ¿cómo leer, o como reescribir, a Sherlock Holmes después de Gregory House?
La respuesta al siguiente interrogante podría buscarse en "Pierre Menard, autor del Quijote", el cuento de Jorge Luis Borges: ¿cómo leer, o como reescribir, a Sherlock Holmes después de Gregory House?
La última versión
cinematográfica de Sherlock Holmes (2009), dirigida por Guy Ritchie, parece por
momentos (muchos momentos) una versión decimonónica de la serie de televisión
House M.D. (2004). Se argumentará que Holmes es anterior a House, y eso es
cronológicamente incuestionable, pero a su vez Holmes es posterior a House, y
esto es gramaticalmente cierto. De otra manera: aunque Jack Bauer y Jason
Bourne son posteriores a James Bond, las últimas dos películas de la saga de
007 (Casino Royale y Quantum of solace, de 2006 y 2008) no pueden ser leídas sin
la serie 24 ni la trilogía de Bourne.
Escribió Borges,
sobre Pierre Menard: "Las cláusulas finales –ejemplo y aviso de lo
presente, advertencia de lo por venir– son descaradamente pragmáticas". Lo
son, y por eso vale recordar que por detrás de Holmes y de House, y también por
delante de ambos, hay un señor llamado Charles Sanders Peirce. El semiólogo
húngaro Thomas A. Sebeok comenzó su libro de 1980, You know my method. A
juxtaposition of Sherlock Holmes and C. S. Peirce, con una doble cita. Holmes: "Yo
nunca hago conjeturas". Peirce: "Debemos conquistar la verdad
mediante conjeturas, o no la conquistaremos de ningún modo"
.
Está claro que
Holmes, y también House, conjeturan todo el tiempo. Lo interesante es que
acierten tan seguido. La diferencia con Peirce es que si bien éste hacía
conjeturas, también hacía conjeturas acerca del funcionamiento de las
conjeturas. Holmes y House dicen: "Tiene una mancha de barro en el
pantalón, ¡estuvo en el cementerio!". Peirce, en cambio, desarrolló un
modelo teórico para explicar cómo una mancha de barro puede convertirse en
índice de una visita al cementerio: cómo se convierte en signo.
Peirce fue un
pensador asombroso. Su obra es compleja, heteróclita, erudita e inacabable.
Hablar sobre ella "en resumidas cuentas" supone predicar a conversos.
Y aún quienes se especializan en su obra, poco saben sobre sus avatares
personales. ¿Y cómo leer la biografía de Peirce después de Gregory House? Al
echarle un vistazo, nadie dudaría en llamar a Robert Downey Jr. para que lo
interprete en la pantalla grande.
Tuvo una vida
zigzagueante, marcada por malas decisiones y por una peor suerte. Fue un niño
prodigio interesado en la química que leía a Richard Whately; creció en un
hogar de académicos prestigiosos y ni toda su influencia pudo mantenerlo por la
buena senda. Estudió geodesia, medicina, matemática, lógica, meteorología,
astronomía, fotometría; abrazó a Kant, Schiller, Stöckhardt, Leibniz. Inventó
el pragmatismo norteamericano, o eso se cree.
Emprendía negocios
que siempre fracasaban, apoyaba la esclavitud, era zurdo, divorciado, racista.
Fue un "ñoqui" estatal y lo echaron de casi todos lados. Bebía
compulsivamente, era adicto a la cocaína y la morfina. Cada tanto estaba
escapándose de la policía o de sus prestamistas.
Fue un bon vivant
que amó la buena vida; también durmió en la calle y comió de los cubos de la
basura. Editó un solo libro, Investigaciones fotométricas; terminó otros dos,
inéditos. Publicó unos 75 artículos y una cantidad similar de recensiones;
escribía por dinero, casi siempre escaso o mal invertido. El resto de su obra
son manuscritos que, de publicarse, llenarían decenas de volúmenes. Hace casi
un siglo que se intenta reunir y ordenar estos papeles, sin mayor progreso;
algunos fueron recopilados en los ocho tomos de Collected Papers (los primeros
seis se publicaron entre 1931 y 1935, los otros dos en 1958). Pasó sus últimos
años en la pobreza, olvidado por las academias, enfermo y escondido de sus
acreedores. Cuando murió, su esposa vendió los manuscritos a la Universidad de
Harvard por quinientos dólares para comprar un cajón donde enterrarlo.
Y a pesar de todo,
Peirce se las ingenió para trazar uno de los proyectos intelectuales más
ambiciosos de la modernidad: una teoría del conocimiento fundada en una teoría
general de los signos.
Predicando a conversos
La amplitud de la
obra de Peirce no fue sólo reflejo de las corrientes intelectuales de época (el
evolucionismo, el positivismo científico) ni de su incesante búsqueda del
próximo plato de comida. En Signo, su libro de 1973, el semiólogo Umberto Eco
escribió: "Ahora empezamos a comprender de qué debe tratar un libro sobre
el concepto de signo: de todo". Algo que Peirce comprendía ya por
entonces. No se puede pensar ni conocer sin signos. No hay vida social sin signos.
La meta de Peirce
era entender cómo pensamos. Para ello se valió de una exhaustiva
sistematización de las ideas, a las que encuadró en tres categorías:
primeridad, segundidad, terceridad. Las ideas que entran en la categoría de
primeridad son posibilidades, cualidades abstractas, "meras
apariencias". A la segundidad corresponden los eventos singulares
concretos, la "realidad bruta" de las cosas y los hechos. La
terceridad incumbe a la representación, el orden de la razón, la ley, el
hábito: el signo.
Tradicionalmente el
signo se definía como una relación entre dos elementos: el signo y aquello a lo
que el signo refiere. Peirce propuso un signo conformado por tres soportes (del
inglés subject), que son asimismo signos. A los dos elementos existentes agregó
un tercero: el interpretante. Atrás quedó la "fantasía" de
Aristóteles, la "impresión" de los estoicos, la
"representatio" o el "phantasma" de los escolásticos, la
"imaginación" de Descartes, la "aprehensión sensible" de
Spinoza, la "correspondencia" de Leibniz, la "aprehensión
general" de Kant. Fue un borrón y cuenta nueva, aun cuando la noticia pasó
inadvertida durante décadas. La lógica, decía Peirce, es otro nombre de la
semiótica, y la semiótica tiene como objetivo el estudio de la semiosis. La
semiosis es el instrumento que posibilita el conocimiento, es donde se
construye la realidad de lo social. Se trata de un proceso triádico de
inferencia mediante el cual a un signo (representamen) se le atribuye un objeto
a partir de otro signo (interpretante) que remite al mismo objeto (que es
también un signo). Este proceso es, por definición, infinito.
La semiosis está
presente en todos lados, en todo momento. Como escribió el semiólogo Eliseo
Verón, toda producción de sentido es social y todo fenómeno social produce
sentido. Los signos no son artimañas conceptuales o imágenes acústicas que sólo
están en la cabeza de la gente (como se creyó durante buena parte del siglo XX,
cortesía de la tradición saussureana); son cosas empíricas, concretas, que
pueden identificarse y estudiarse. Pueden ser vistos, oídos, tocados,
percibidos. Caso contrario, Holmes y House perderían sus empleos.
Nacido para perder
Charles Sanders
Peirce fue nieto del senador Elijah Hunt Mills y su padre, Benjamin Peirce, fue
el matemático norteamericano más importante del siglo XIX. Clichés de niño
prodigio: a los once escribió una historia de la química; a los doce ya tenía
su propio laboratorio; a los trece cayó en sus manos Lógica de Wately, y se
pasó los siguientes años dedicando dos horas al día a memorizar Crítica de la
razón pura de Kant. Graduado en Harvard, y por influencia de su padre, trabajó
como investigador científico en el Instituto Oceanográfico y de Geodesia
durante tres décadas.
Entre 1861 y 1865
tuvo lugar la Guerra de Secesión. La familia Peirce tenía sólidos lazos con el
sur, creía que la esclavitud estaba bien argumentada. En 1908 Charles S. Pierce
escribió a la filósofa inglesa Victoria Welby-Gregory: "Puesto que soy un
pragmatista convencido en materia de semiótica, es natural que nada me parezca
tan ingenuo como el racionalismo, y que crea que el destino en política no
puede darse con mayor plenitud que en el liberalismo inglés. El pueblo debería
ser esclavizado; sólo los esclavizadores deberían practicar las virtudes que
son indispensables para mantener su régimen". De hecho, Peirce solía
apelar al siguiente silogismo para ilustrar la deficiencia de la lógica
tradicional: "Todos los hombres son iguales en sus derechos políticos. Los
negros son hombres. Por lo tanto, los negros son iguales a los blancos en sus
derechos políticos".
Viajó a Europa.
Estudió el funcionamiento del péndulo y la aceleración de la gravedad; publicó
Observaciones fotométricas en 1878. Entre 1879 y 1884 enseñó lógica en la
Universidad Johns Hopkins; logró reunir sólo doce alumnos por clase. Fue su
único contrato con una universidad y terminó cuando lo echaron abruptamente.
¿La causa? Zina –apodo de Harriet Melusina Fay– esposa de Peirce y famosa
feminista, militaba a favor de que el adulterio fuera castigado con la pena de
muerte. Peirce se divorció de ella en 1883, y a los dos días volvió a casarse
con Juliette Annette Froissy, a quien le llevaba veinticinco años. Zina echaba
humo por las orejas y en Hopkins decidieron ahorrarse el escándalo.
El trabajo de
Peirce para el gobierno resultó funesto. Malgastaba los fondos de sus misiones
científicas, descuidaba o rompía los instrumentos; en un viaje a París destinó
buena parte del presupuesto a un sommelier que lo instruyó sobre la variedad
Médoc. Sufría períodos de estrés y permanentes colapsos nerviosos; se iba de
juerga en juerga. Su padre murió en 1880 y casi de inmediato se lo pasó a
retiro por incompetente. Afrontó un juicio por malversación de fondos públicos,
pero fue sobreseído.
Pragmatismo y después
El pragmatismo fue
la primera corriente de pensamiento auténticamente norteamericana. Más allá de
las discrepancias entre autores y líneas intelectuales, sus pilares son Peirce,
William James y John Dewey. Y los tres coincidían en el Club Metafísico, fundado
en 1872, donde se reunían intelectuales de las más destacadas familias
bostonianas. Se examinaba a Platón, Hegel, Kant; se evadía la presión de los
numerosos pastores protestantes devenidos en jerarcas universitarios. Los
trazos generales del pragmatismo se encuentran en "Cómo clarificar
nuestras ideas" y "La fijación de la creencia", artículos que
Peirce presentó en el Club Metafísico y de cuyas discusiones –aseguró– se
nutrió para escribirlos. Pero algunos estudiosos han puesto en duda la importancia
de este club, un poco por la ausencia de registros y otro poco por el carácter
exagerado de Peirce.
Padecía de
neuralgia del trigémino y facial, enfermedad que produce dolor intenso en los
nervios. Usaba morfina, cocaína y éter, y no tardó en volverse adicto; lo mismo
sucedió con el alcohol. Encima era zurdo, y la zurdera estaba emparentada con
la locura. Zurdo, divorciado, racista, borracho y arrogante: nada de eso lo
ayudaba a encontrar empleo.
"Peirce estaba
siempre sin un centavo –lo describió el matemático Thomas Scott Fiske–, vivía
en parte de préstamos de amigos y en parte de cualquier trabajo que conseguía,
como escribir reseñas de libros. Era brillante, bajo la influencia del licor o
de otra cosa".
Confiaba en que el
siguiente negocio le traería fortuna inmediata. Intentó de todo: construir una
planta de energía hidroeléctrica, comerciar un proceso de blanqueo de ropa,
poner una escuela de lógica por correspondencia. Nada funcionó.
En 1887 compró una
casa rural en Milford, Pensilvania, gracias a la herencia de su padre, donde
pasó sus últimos veintisiete años. Y aunque fue en este período cuando escribió
gran parte de las 80.000 páginas que acabarían en Harvard a cambio de un
entierro, no fueron años fáciles (algunas de esas páginas están escritas por el
frente, el dorso y los bordes, pues no tenía dinero para papel). Peirce intentó
conseguir un trabajo estable en alguna universidad, pero su mala fama lo
precedía. Los trabajadores
que habían reformado su casa lo demandaron por falta de pago en 1894, y una
sirvienta lo denunció por agresiones. Las autoridades ordenaron su arresto y
estuvo prófugo tres años.
Dormía en la calle
y comía donde podía; cuando volvía a su casa tenía que disfrazarse. "He
aprendido mucho sobre filosofía en estos últimos años porque han sido años muy
miserables y desafortunados, terribles más allá de todo lo que el hombre de
experiencia común puede entender o concebir", escribió en 1897 a su amigo
William James, donde aseguraba que hacía tres días que no probaba bocado.
"Se me ha revelado un nuevo mundo del que yo no sabía nada, y del cual no
encuentro que alguien que haya escrito sepa realmente mucho; se me ha revelado
el mundo de la miseria". Con la bancarrota
llegaron los embargos y los intentos de suicidio. Se la pasaba oculto en el
ático para que no lo encontraran sus acreedores; estaba mal alimentado y
enfermo. Murió de cáncer el 19 de abril de 1914.
El siglo XX fue el
período en que la semiótica se consolidó como disciplina académica. Peirce
continuó con su mala racha, aun después de muerto. En 1916 se publicó el Curso
de lingüística general, de Ferdinand de Saussure, y durante los siguientes
cincuenta años la lingüística y la semiología fueron estructuralistas: el signo
era una construcción psíquica binaria. Hubo que esperar hasta 1960 y 1970,
cuando las insuficiencias del estructuralismo se volvieron insalvables, para
que el modelo peirciano emergiera de las sombras. "Gran parte de mi
trabajo no será jamás publicado", reconoció en una carta a Lady Welby. "Si
puedo, antes de morir, dejar accesible algo de lo que otros podrían tener
dificultades en descubrir, sentiré que se me puede excusar de otras
cosas".
Teniendo en cuenta
lo aportado a la teoría del conocimiento, podrían perdonársele algunas cosas.
Las clases de Médoc, al menos. Gregory House,
descaradamente pragmático, lo entendería.
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