El diálogo pedagógico pensado desde BAJTIN
Para el linguista ruso Mijail Bajtín., el hombre debe ser garante y responsable de sí mismo, ya que cada yo ocupa un tiempo y un espacio únicos. La ética bajtiniana se vincula con el acto mismo de vivir y convivir; por ello se le denomina ética dialógica, cuyo postulado central reposa en la triada yo para mí - otro para mí - yo para otro, como afirma Tatiana Bubnova.
La ética se entiende
como filosofía de la vida, porque no parte de un principio
abstracto, sino vivenciado, que coloca al hombre en relación con el mundo. «La
ética no está basada en principios abstractos sino en el patrón de los hechos
reales que ejecuto en el suceso que es mi vida. Mi yo es ese que por tal
ejecución responde a otros yo y al mundo desde el lugar y tiempo únicos que yo
ocupo en mi existencia», plantea Clark.
"La metafísica de
la presencia", según Tatiana Bubnova, lleva a un salir de sí al hombre
para ubicarse en el lugar del otro. «La forma como yo me constituyo es por
medio de una búsqueda. Voy hacía el otro para regresar con un sí mismo. Yo
"vivo dentro" de una conciencia del otro, veo el mundo a través
de los ojos de ese otro», sostiene Clark. Pero, a su vez, lo enriquezco con
mi propia mirada sobre el mundo, porque desde mi propio tiempo y lugar veo
lo que el otro no ve. En palabras del escritor José Saramago: «es
necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos
de nosotros».
Bajtín señala que «así
como el problema de conocer las cosas se soluciona al encontrar
los términos que nos permiten ver el mundo, de la misma forma, el problema
de conocer el yo se soluciona aprendiendo a visualizar mi yo», afirma
Clark.
El concepto evasivo
del yo del sujeto moderno es recuperado por Bajtín desde
la categoría de la alteridad. Con él descubrimos el carácter
parcial de nuestra mirada frente a nosotros mismos y al otro, pues está sujeta
a un lugar y a un tiempo; de ahí deviene la importancia de la visión, del punto
de vista y, por supuesto, de la metáfora de Saramago sobre la ceguera y por
ende de la necesidad de emprender el viaje hacía "la isla
desconocida", que no es otra cosa que el viaje hacía la interioridad.
Una pedagogía de hoy
debe basarse en el reconocimiento de la otredad como
fundamento del yo y en el respeto de la mirada del otro que completa mi
mirada sobre sí mismo y el mundo. El diálogo pedagógico toma arraigo en
ese reconocimiento y lo supone como requisito insistituible de su propia
existencia.
La comunicación en la
que se sostiene el quehacer pedagógico debe ir más allá de la
transmisión de información para encontrarse en y con el
otro, y esto sólo es posible cuando el otro revela su pensamiento y su
individualidad. Cuando el diálogo que se establece entre el maestro y el
alumno es verdadero, se supera el dogmatismo en aras de la construcción
mutua del conocimiento. El espacio académico no puede ser unívoco; se debe
fundamentar en la multiplicidad de voces que lo conforman y reconocer la
complejidad que lo caracteriza; más aún, en el aquí y en el ahora de
una sociedad que se debate entre múltiples fuerzas ideológicas y
políticas. Una nueva concepción antropológica aplicada al proceso educativo
debe partir del principio de interacción humana.
Tal como plantea
Todorov: «Es imposible concebir al ser humano fuera de las relaciones que
le ponen en contacto con el otro».La relación entre los sujetos debe basarse en
una ética de la comunicación que tenga como soportes el respeto y la
confianza. El educador es en la medida en que descubra
que su legitimidad está sancionada por la existencia del otro. Ser docente
significa comunicar en el más profundo sentido del término; este quehacer se
encuentra en la frontera con el otro.
La misión del
educador, por tanto, debe partir del respeto de la autonomía del otro. Para
cumplir con su labor pedagógica, el maestro debe encarnarse en
el otro y ver con el otro. La premisa fundamental de la acción comunicativa
es la discusión académica que hace propicio el diálogo y la escucha del
otro.
(adaptado de "Las
voces del otro" por Blanca Inés Goméz y Myriam Castillo
Perilla)
Y respecto del diálogo
universitario, otra reflexión:
No hay preguntas
tontas, ni respuestas definitivas
Paulo Freire, pedagogo
brasileño
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