A propósito de marcas culturales, signos y prácticas sociales
¡No te me acerques!: el espacio personal
a la hora de diseñar
Tres dimensiones.La distancia tolerable entre las personas cambia según la cultura y la actividad: dar una charla es distinto a ir en ascensor.
El
problema con Guille era que siempre te hablaba muy cerca. No tenía mal aliento
o feo olor, pero te ponía la cara tan cerca de la tuya que todo el tiempo
estabas como tirándote para atrás. Por el contrario, cuando charlás con Leandro
es como que se te escapa. Vos te acercás un poquito para conversar más cera y
el tipo da un paso para el costado. Vos sentís que estás muy lejos, te volvés a
acercar y él vuelve a alejarse. Terminás dando vueltas como si estuvieras
bailando un vals.
Hace poco
descubrí que la razón de estos comportamientos es que a cada uno de nosotros
está rodeado por una especie de burbuja invisible que determina la distancia
ideal que podemos mantener con otra gente sin sentirnos invadidos o demasiado
distantes. Y resulta que la burbuja de Guille es mucho más chica que la mía y
la de Leandro, mucho más grande.
El primero
en hablar esta suerte de límite subjetivo que influye en el comportamiento de
mis amigos y de toda la gente fue el antropólogo estadounidense Edward Hall en
1966. En su libro La dimensión oculta, describe cuatro categorías de espacios:
1. El
íntimo (de aproximadamente 46 centímetros alrededor nuestro), reservado para
amantes, chicos, familiares cercanos, amigos y mascotas.
2. El
personal (entre los 46 centímetros y 1,20 metro), un espacio que se usa en
conversaciones con amigos, para charlas con compañeros de trabajo o para grupos
de discusión entre gente conocida.
3. El
espacio social (de 1,20 a 2,40 m) está reservado para extraños, nuevas
relaciones y gente de grupos que recién formamos.
4. El
espacio público (más allá de los 2,4 m) queda destinado a las grandes
audiencias, para actividades como discursos, conferencias o teatro.
Evidentemente,
el espacio personal de Guille debía ser de menos de 46 centímetros, por eso se
acercaba tanto que terminaba metido en mi espacio íntimo. Y el espacio de
Leandro debía ser mayor a 1,20 metros, por eso él sentía que yo lo invadía.
En eso,
Hall fue muy claro: el espacio personal delimita nuestra zona de confort y
seguridad psíquica, pero es muy difícil de medir. Cambia según las experiencias
personales, la cultura, la época, las edades y las clases sociales. En
Occidente, por ejemplo, los estudios de Hall establecieron que el espacio
personal promedio se extiende 60 centímetros a cada lado del cuerpo, 70
centímetros por delante y 40 centímetros por detrás. Pero en la cultura latina,
los espacios personales son más reducidos: invitan a encuentros de mayor
intimidad. Y en otras, como la anglosajona, son mayores, produciendo contactos
más distantes.
También
hay diferencias sociales: la gente rica, por caso, tiene mayores expectativas
acerca del tamaño de sus espacios personales que la gente pobre que vive
hacinada. Del mismo modo, en grandes ciudades como Buenos Aires, el espacio
personal tiende a ser menor que en el campo.
En
condiciones límite, la gente hace excepciones al interés de sus espacios
personales. Si no, no se podría vivir. Viajar en subte, subir a un ascensor
repleto, ir a un recital o participar de una manifestación requiere de algunos
renunciamientos. En esos casos, la gente responde de distintas maneras. Si se
trata de diversión, puede que acepte el disconfort pensando que es sólo un mal
menor y pasajero. Pero con el trasporte es distinto.
Para el
psicólogo estadounidense Robert Sommer la gente soporta las aglomeraciones en
el subte, el colectivo o el ascensor mediante la deshumanización del prójimo.
Es decir, considerando al resto de los pasajeros como objetos y no como
personas que invaden su espacio íntimo. Será por eso que en el subte todos
ponemos cara de mueble.
El asunto
es que todo este tema de la distancia entre las personas determina
comportamientos que influyen a la hora de diseñar y equipar edificios. Por
ejemplo, los experimentos sobre comunicación humana demostraron que para
conversar, la gente prefiere sentarse frente a frente en lugar de una al lado
de la otra. Vos dirás: obvio, de esa manera pueden verse las caras. Sí, puede
ser, pero los mismos estudios detectaron que si la distancia entre individuos
se incrementa, ellos elegirán sentarse uno al lado del otro, aún en condiciones
acústicas óptimas. Es decir, tendemos a mantenernos dentro de los límites de
nuestro espacio personal.
Otro dato:
el tamaño del cuarto también influye en la distancia de conversación. En cuartos
más pequeños, la gente tiende a sentarse más cerca. Como hace mi amigo Guille.
http://www.clarin.com/sociedad/Tres_dimensiones-jurado-espacio-personal-hora-disenar_0_1352264808.html
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio