viernes, 22 de abril de 2016

De House a Peirce

De House a Peirce, aventuras de una mente brillante

Desde el filme Sherlock Holmes –y su fuente, las novelas de Conan Doyle– hasta la serie televisiva Dr. House, ponen en escena a protagonistas avezados en la lectura de ciertos indicios, ya sean huellas o síntomas. Esa peculiar forma de llegar a la verdad fue objeto de estudio de Charles S. Peirce, cuya teoría de los signos es clave para la semiótica.

Por: Marcelo Pisarro
CONJETURAS. Tanto House como Sherlock Holmes se valen de ellas en sus razonamientos.
La respuesta al siguiente interrogante podría buscarse en "Pierre Menard, autor del Quijote", el cuento de Jorge Luis Borges: ¿cómo leer, o como reescribir, a Sherlock Holmes después de Gregory House?

La última versión cinematográfica de Sherlock Holmes (2009), dirigida por Guy Ritchie, parece por momentos (muchos momentos) una versión decimonónica de la serie de televisión House M.D. (2004). Se argumentará que Holmes es anterior a House, y eso es cronológicamente incuestionable, pero a su vez Holmes es posterior a House, y esto es gramaticalmente cierto. De otra manera: aunque Jack Bauer y Jason Bourne son posteriores a James Bond, las últimas dos películas de la saga de 007 (Casino Royale y Quantum of solace, de 2006 y 2008) no pueden ser leídas sin la serie 24 ni la trilogía de Bourne.

Escribió Borges, sobre Pierre Menard: "Las cláusulas finales –ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir– son descaradamente pragmáticas". Lo son, y por eso vale recordar que por detrás de Holmes y de House, y también por delante de ambos, hay un señor llamado Charles Sanders Peirce. El semiólogo húngaro Thomas A. Sebeok comenzó su libro de 1980, You know my method.A juxtaposition of Sherlock Holmes and C. S. Peirce, con una doble cita. Holmes: "Yo nunca hago conjeturas". Peirce: "Debemos conquistar la verdad mediante conjeturas, o no la conquistaremos de ningún modo".

Está claro que Holmes, y también House, conjeturan todo el tiempo. Lo interesante es que acierten tan seguido. La diferencia con Peirce es que si bien éste hacía conjeturas, también hacía conjeturas acerca del funcionamiento de las conjeturas. Holmes y House dicen: "Tiene una mancha de barro en el pantalón, ¡estuvo en el cementerio!". Peirce, en cambio, desarrolló un modelo teórico para explicar cómo una mancha de barro puede convertirse en índice de una visita al cementerio: cómo se convierte en signo.

Peirce fue un pensador asombroso. Su obra es compleja, heteróclita, erudita e inacabable. Hablar sobre ella "en resumidas cuentas" supone predicar a conversos. Y aún quienes se especializan en su obra, poco saben sobre sus avatares personales. ¿Y cómo leer la biografía de Peirce después de Gregory House? Al echarle un vistazo, nadie dudaría en llamar a Robert Downey Jr. para que lo interprete en la pantalla grande.

Tuvo una vida zigzagueante, marcada por malas decisiones y por una peor suerte. Fue un niño prodigio interesado en la química que leía a Richard Whately; creció en un hogar de académicos prestigiosos y ni toda su influencia pudo mantenerlo por la buena senda. Estudió geodesia, medicina, matemática, lógica, meteorología, astronomía, fotometría; abrazó a Kant, Schiller, Stöckhardt, Leibniz. Inventó el pragmatismo norteamericano, o eso se cree.

Emprendía negocios que siempre fracasaban, apoyaba la esclavitud, era zurdo, divorciado, racista. Fue un "ñoqui" estatal y lo echaron de casi todos lados. Bebía compulsivamente, era adicto a la cocaína y la morfina. Cada tanto estaba escapándose de la policía o de sus prestamistas.

Fue un bon vivant que amó la buena vida; también durmió en la calle y comió de los cubos de la basura. Editó un solo libro, Investigaciones fotométricas; terminó otros dos, inéditos. Publicó unos 75 artículos y una cantidad similar de recensiones; escribía por dinero, casi siempre escaso o mal invertido. El resto de su obra son manuscritos que, de publicarse, llenarían decenas de volúmenes. Hace casi un siglo que se intenta reunir y ordenar estos papeles, sin mayor progreso; algunos fueron recopilados en los ocho tomos de Collected Papers (los primeros seis se publicaron entre 1931 y 1935, los otros dos en 1958). Pasó sus últimos años en la pobreza, olvidado por las academias, enfermo y escondido de sus acreedores. Cuando murió, su esposa vendió los manuscritos a la Universidad de Harvard por quinientos dólares para comprar un cajón donde enterrarlo.

Y a pesar de todo, Peirce se las ingenió para trazar uno de los proyectos intelectuales más ambiciosos de la modernidad: una teoría del conocimiento fundada en una teoría general de los signos.

Predicando a conversos
La amplitud de la obra de Peirce no fue sólo reflejo de las corrientes intelectuales de época (el evolucionismo, el positivismo científico) ni de su incesante búsqueda del próximo plato de comida. En Signo, su libro de 1973, el semiólogo Umberto Eco escribió: "Ahora empezamos a comprender de qué debe tratar un libro sobre el concepto de signo: de todo". Algo que Peirce comprendía ya por entonces. No se puede pensar ni conocer sin signos. No hay vida social sin signos.

La meta de Peirce era entender cómo pensamos. Para ello se valió de una exhaustiva sistematización de las ideas, a las que encuadró en tres categorías: primeridad, segundidad, terceridad. Las ideas que entran en la categoría de primeridad son posibilidades, cualidades abstractas, "meras apariencias". A la segundidad corresponden los eventos singulares concretos, la "realidad bruta" de las cosas y los hechos. La terceridad incumbe a la representación, el orden de la razón, la ley, el hábito: el signo.

Tradicionalmente el signo se definía como una relación entre dos elementos: el signo y aquello a lo que el signo refiere. Peirce propuso un signo conformado por tres soportes (del inglés subject), que son asimismo signos. A los dos elementos existentes agregó un tercero: el interpretante. Atrás quedó la "fantasía" de Aristóteles, la "impresión" de los estoicos, la "representatio" o el "phantasma" de los escolásticos, la "imaginación" de Descartes, la "aprehensión sensible" de Spinoza, la "correspondencia" de Leibniz, la "aprehensión general" de Kant. Fue un borrón y cuenta nueva, aun cuando la noticia pasó inadvertida durante décadas. La lógica, decía Peirce, es otro nombre de la semiótica, y la semiótica tiene como objetivo el estudio de la semiosis. La semiosis es el instrumento que posibilita el conocimiento, es donde se construye la realidad de lo social. Se trata de un proceso triádico de inferencia mediante el cual a un signo (representamen) se le atribuye un objeto a partir de otro signo (interpretante) que remite al mismo objeto (que es también un signo). Este proceso es, por definición, infinito.

La semiosis está presente en todos lados, en todo momento. Como escribió el semiólogo Eliseo Verón, toda producción de sentido es social y todo fenómeno social produce sentido. Los signos no son artimañas conceptuales o imágenes acústicas que sólo están en la cabeza de la gente (como se creyó durante buena parte del siglo XX, cortesía de la tradición saussureana); son cosas empíricas, concretas, que pueden identificarse y estudiarse. Pueden ser vistos, oídos, tocados, percibidos. Caso contrario, Holmes y House perderían sus empleos.

Nacido para perder
Charles Sanders Peirce fue nieto del senador Elijah Hunt Mills y su padre, Benjamin Peirce, fue el matemático norteamericano más importante del siglo XIX. Clichés de niño prodigio: a los once escribió una historia de la química; a los doce ya tenía su propio laboratorio; a los trece cayó en sus manos Lógica de Wately, y se pasó los siguientes años dedicando dos horas al día a memorizarCrítica de la razón pura de Kant. Graduado en Harvard, y por influencia de su padre, trabajó como investigador científico en el Instituto Oceanográfico y de Geodesia durante tres décadas.

Entre 1861 y 1865 tuvo lugar la Guerra de Secesión. La familia Peirce tenía sólidos lazos con el sur, creía que la esclavitud estaba bien argumentada. En 1908 Charles S. Pierce escribió a la filósofa inglesa Victoria Welby-Gregory: "Puesto que soy un pragmatista convencido en materia de semiótica, es natural que nada me parezca tan ingenuo como el racionalismo, y que crea que el destino en política no puede darse con mayor plenitud que en el liberalismo inglés. El pueblo debería ser esclavizado; sólo los esclavizadores deberían practicar las virtudes que son indispensables para mantener su régimen". De hecho, Peirce solía apelar al siguiente silogismo para ilustrar la deficiencia de la lógica tradicional: "Todos los hombres son iguales en sus derechos políticos. Los negros son hombres. Por lo tanto, los negros son iguales a los blancos en sus derechos políticos".

Viajó a Europa. Estudió el funcionamiento del péndulo y la aceleración de la gravedad; publicó Observaciones fotométricas en 1878. Entre 1879 y 1884 enseñó lógica en la Universidad Johns Hopkins; logró reunir sólo doce alumnos por clase. Fue su único contrato con una universidad y terminó cuando lo echaron abruptamente. ¿La causa? Zina –apodo de Harriet Melusina Fay– esposa de Peirce y famosa feminista, militaba a favor de que el adulterio fuera castigado con la pena de muerte. Peirce se divorció de ella en 1883, y a los dos días volvió a casarse con Juliette Annette Froissy, a quien le llevaba veinticinco años. Zina echaba humo por las orejas y en Hopkins decidieron ahorrarse el escándalo.

El trabajo de Peirce para el gobierno resultó funesto. Malgastaba los fondos de sus misiones científicas, descuidaba o rompía los instrumentos; en un viaje a París destinó buena parte del presupuesto a un sommelier que lo instruyó sobre la variedad Médoc. Sufría períodos de estrés y permanentes colapsos nerviosos; se iba de juerga en juerga. Su padre murió en 1880 y casi de inmediato se lo pasó a retiro por incompetente. Afrontó un juicio por malversación de fondos públicos, pero fue sobreseído.

Pragmatismo y después
El pragmatismo fue la primera corriente de pensamiento auténticamente norteamericana. Más allá de las discrepancias entre autores y líneas intelectuales, sus pilares son Peirce, William James y John Dewey. Y los tres coincidían en el Club Metafísico, fundado en 1872, donde se reunían intelectuales de las más destacadas familias bostonianas. Se examinaba a Platón, Hegel, Kant; se evadía la presión de los numerosos pastores protestantes devenidos en jerarcas universitarios. Los trazos generales del pragmatismo se encuentran en "Cómo clarificar nuestras ideas" y "La fijación de la creencia", artículos que Peirce presentó en el Club Metafísico y de cuyas discusiones –aseguró– se nutrió para escribirlos. Pero algunos estudiosos han puesto en duda la importancia de este club, un poco por la ausencia de registros y otro poco por el carácter exagerado de Peirce.

Padecía de neuralgia del trigémino y facial, enfermedad que produce dolor intenso en los nervios. Usaba morfina, cocaína y éter, y no tardó en volverse adicto; lo mismo sucedió con el alcohol. Encima era zurdo, y la zurdera estaba emparentada con la locura. Zurdo, divorciado, racista, borracho y arrogante: nada de eso lo ayudaba a encontrar empleo.

"Peirce estaba siempre sin un centavo –lo describió el matemático Thomas Scott Fiske–, vivía en parte de préstamos de amigos y en parte de cualquier trabajo que conseguía, como escribir reseñas de libros. Era brillante, bajo la influencia del licor o de otra cosa".

Confiaba en que el siguiente negocio le traería fortuna inmediata. Intentó de todo: construir una planta de energía hidroeléctrica, comerciar un proceso de blanqueo de ropa, poner una escuela de lógica por correspondencia. Nada funcionó.

En 1887 compró una casa rural en Milford, Pensilvania, gracias a la herencia de su padre, donde pasó sus últimos veintisiete años. Y aunque fue en este período cuando escribió gran parte de las 80.000 páginas que acabarían en Harvard a cambio de un entierro, no fueron años fáciles (algunas de esas páginas están escritas por el frente, el dorso y los bordes, pues no tenía dinero para papel). Peirce intentó conseguir un trabajo estable en alguna universidad, pero su mala fama lo precedía.

Los trabajadores que habían reformado su casa lo demandaron por falta de pago en 1894, y una sirvienta lo denunció por agresiones. Las autoridades ordenaron su arresto y estuvo prófugo tres años.

Dormía en la calle y comía donde podía; cuando volvía a su casa tenía que disfrazarse. "He aprendido mucho sobre filosofía en estos últimos años porque han sido años muy miserables y desafortunados, terribles más allá de todo lo que el hombre de experiencia común puede entender o concebir", escribió en 1897 a su amigo William James, donde aseguraba que hacía tres días que no probaba bocado. "Se me ha revelado un nuevo mundo del que yo no sabía nada, y del cual no encuentro que alguien que haya escrito sepa realmente mucho; se me ha revelado el mundo de la miseria".

Con la bancarrota llegaron los embargos y los intentos de suicidio. Se la pasaba oculto en el ático para que no lo encontraran sus acreedores; estaba mal alimentado y enfermo. Murió de cáncer el 19 de abril de 1914.

El siglo XX fue el período en que la semiótica se consolidó como disciplina académica. Peirce continuó con su mala racha, aun después de muerto. En 1916 se publicó el Curso de lingüística general, de Ferdinand de Saussure, y durante los siguientes cincuenta años la lingüística y la semiología fueron estructuralistas: el signo era una construcción psíquica binaria. Hubo que esperar hasta 1960 y 1970, cuando las insuficiencias del estructuralismo se volvieron insalvables, para que el modelo peirciano emergiera de las sombras. "Gran parte de mi trabajo no será jamás publicado", reconoció en una carta a Lady Welby. "Si puedo, antes de morir, dejar accesible algo de lo que otros podrían tener dificultades en descubrir, sentiré que se me puede excusar de otras cosas".

Teniendo en cuenta lo aportado a la teoría del conocimiento, podrían perdonársele algunas cosas. Las clases de Médoc, al menos.

Gregory House, descaradamente pragmático, lo entendería.

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