martes, 26 de agosto de 2014

SAUSSURE Y LA LINGUÍSTICA


En lingüística no hay cosas ni objetos dados que puedan estudiarse desde diferentes perspectivas. A la inversa: la perspectiva es el comienzo de la delimitación del objeto de estudio (…)
Es la tarea del lingüista la que mediante un ajustado trabajo teórico –enunciación de definiciones, producción de conceptos, articulación de éstos, demarcación de niveles- conformará definitivamente el objeto propio de la lingüística (…)

Saussure postula que el lenguaje es un objeto doble cuyas dos partes se suponen recíprocamente. El juego de las dualidades opositivas atraviesa todo el campo del lenguaje, enfrentando: lo articulatorio y lo acústico; el sentido y el sentido; el individuo y la sociedad; la lengua y el habla; lo material y lo insustancial; lo paradigmático y la sintagmático; lo sincrónico y lo diacrónico, etc., de tal modo que cada uno de los términos de los diferentes pares sólo vale por su oposición al otros.Se trata de entidades o niveles relacionales, carentes de toda realidad sustancial.

José Sazbón. (1985) Saussure y los fundamentos de la lingüística.
Buenos Aires, CEAL

comision 14310: taller con cese de actividad

Los alumnos de la comisión de 17 a 19 hs.: 
el miércoles la profesora Guadalupe Tavella se adhiere al cese de actividades y participará de la movilización con AGD UBA, por lo que no se realizará el Taller de Lectura y Escritura.

viernes, 22 de agosto de 2014

chino básico

El español suena a chino

22 de octubre de 2008 | 
     ¿Sabía usted que en Europa hay muchas personas a las que el español les suena literalmente a chino?
     En español, cuando algo nos resulta incomprensible —ya sea por su complejidad o por su falta de claridad—, solemos decir que «eso me suena a chino» o que «es como si me hablaran en chino». Esa misma comparación emplean también árabes, búlgaros, franceses, griegos, holandeses, húngaros, letones, lituanos, polacos, portugueses, rusos y ucranianos. Pero no en todos los países del mundo es habitual este uso metafórico del chino para expresar ininteligibilidad. Es fácil imaginar, por ejemplo, que cuando los chinos no entienden algo no dicen que eso les suene a chino. Pero no son solo ellos. Un inglés, por ejemplo, dirá «that’s Greek to me» o «it’s all Greek to me», pues a él le suena a griego, que es lo mismo que les pasa a los suecos («det är rena grekiskan för mig») o a los noruegos («det er gresk for meg»). A los rumanos, en cambio, les suena a turco («esti turc?»), mientras que a los turcos les suena a francés («konuya Fransız kaldım»). Los finlandeses dicen que les suena a hebreo («se on täyttä hepreaa»), y los italianos, que les suena a árabe («questo per me è arabo»). E incluso quienes hablan esperanto dicen «tio estas Volapukaĵo», en referencia clara al idioma de la competencia, el volapük, la otra gran lengua artificial.
     A estas alturas de la columna es seguro que algún lector se estará preguntando si existirá algún pueblo para el que el español se el colmo de lo incomprensible. Sí, desde luego, y bien cerquita de nosotros, porque conozco varios países centroeuropeos donde la comparación con el español es de lo más normal. En alemán, por ejemplo dicen «das kommt mir Spanisch vor»; en croata, «to je za me Špansko selo»; en eslovaco, «To je pre mňa španielska dedina»; en esloveno, «To mi je španska vas», y hasta los checos, cuando no entienden algo, dicen «to pro mne španelská vesnice», que literalmente significa «es más raro que una aldea española».
     Lo que nunca he conseguido saber es de dónde habrán sacado los checos que las aldeas españolas sean raras. Claro que eso mismo pensarán los chinos, que de dónde hemos sacado nosotros que el chino sea raro o incomprensible; porque para los niños chinos es la lengua más sencilla de todas, y la que mejor se entiende.
Fernando A. Navarro

para seguir pensando SAUSSURE

"He olvidado la palabra que quería pronunciar y mi pensamiento, incorpóreo, regresa al reino de las sombras."

Ósip Mandelstam
(citado en Lev Vygotsky, "Pensamiento y Lenguaje")

El estudio de los signos-Alejandra Vitale

file:///D:/Oscar/Downloads/6925840-VITALE-ALEJANDRA-El-estudio-de-los-signos-Peirce-y-Saussure.pdf

martes, 19 de agosto de 2014

para pensar SAUSSURE

http://elpais.com/elpais/2014/08/19/icon/1408450379_278978.html

domingo, 17 de agosto de 2014

estudiar en el CBC

https://www.facebook.com/comunidadCBC/photos/a.166932130127668.1073741828.163133370507544/376717449149134/?type=1&theater

jueves, 14 de agosto de 2014

SIGNO

El concepto de signo constituye la noción básica de toda ciencia del lenguaje; pero, precisamente a causa de esta importancia, es una de las más difíciles de definir. Esta dificultad se duplica porque las modernas teorías del signo procuran abarcar no sólo entidades lingüísticas, sino también signos no verbales.

Un análisis atento revela que las definiciones clásicas de signo son con frecuencia tautológicas o incapaces de aprehender el concepto en su genuina especificidad. Se admite que todos los signos remiten necesariamente a una relación entre dos relata ["relatum", en latín, significa "referido", "sugerido"; "relata" es su plural y se entiende como "cosas / entidades referidas/ sugeridas"]; pero el solo hecho de identificar la significación con la relación hace imposible distinguir entre dos planos que, sin embargo, son muy diferentes: por un lado el signo "madre" está por fuerza ligado al signo "hijo"; por el otro, lo que 'madre' designa es madre y no hijo. San Agustín propone una de las primeras teorías del signo: "Un signo es algo que, además de la especie abarcada por los sentidos, hace que otra cosa acuda por sí sola al pensamiento". Pero "hacer acudir" (o "evocar") es una categoría demasiado estrecha y a la vez demasiado amplia: presupone, por un lado, que el sentido existe fuera del signo (para hacerlo acudir hasta él) y, por el otro, que la evocación de una cosa por medio de otra siempre se sitúa en el mismo plano. Ahora bien, la sirena puede significar el principio de un bombardeo y evocarla guerra, 
la angustia de los habitantes, etc.

¿El signo será acaso algo que está en lugar de otra cosa y la reemplaza? En todo caso, éste sería un reemplazo harto singular, ya que no es posible en un sentido ni en el otro: ni el "sentido" ni el "referente", como tales, podrían insertarse en el interior de una frase en lugar de la "palabra". (...) Por lo tanto, definiremos prudentemente el signo como una entidad que:
1) puede hacerse sensible, y
2) para un grupo definido de usuarios señala una ausencia en sí misma.

La parte del signo que puede hacerse sensible se llama, para Saussure, significante, la parte ausente, significado, y la relación que mantienen ambas, significación. Expliquemos uno a uno los elementos de esta definición.

Un signo existe sin duda, aunque no sea percibido; pensemos en todas las palabras de la lengua española en un momento dado del tiempo: no tienen ninguna existencia perceptible. Sin embargo, esta percepción es siempre posible.

(...) El signo es siempre institucional: en este sentido, sólo existe para un determinado número de usuarios. Este grupo puede reducirse a una sola persona (como el nudo que hago en mí pañuelo). Pero fuera de una sociedad, por reducida que sea, los signos no existen. No es justo decir que el humo es signo "natural del fuego: es su consecuencia, o una de sus partes. Sólo una comunidad de usuarios puede instituirlo como signo. El punto más discutido de la teoría se refiere a la naturaleza del significado. Se lo ha definido aquí como una carencia, una ausencia en el objeto perceptible que así se vuelve significante. Esta ausencia equivale, pues, a la parte no sensible; quien dice signo debe aceptar la diferencia radical entre significante y significado, entre lo sensorial y lo no sensorial, entre presencia y ausencia. El significado, diremos tautológicamente, no existe fuera de su relación con el significante -ni antes, ni después, ni en otra parte-; un mismo gesto crea el significante y el significado, conceptos que son inconcebibles el uno sin el otro. Un significante sin significado es simplemente un objeto, es pero no significa; un significado sin un significante es indecible, impensable, es lo inexistente. La relación de significación es, en cierto modo, contraria a la identidad consigo misma; el signo es a la vez señal y ausencia: originariamente doble.

Deben considerarse dos aspectos complementarios de todo significado. El primero, de alguna manera vertical, nos es revelado en la relación necesaria que el significado tiene con el significante; esta relación indica el lugar del significado, pero no nos permite identificarlo positivamente: es lo que falta al significante. El segundo, que podríamos representar como horizontal, consiste en la relación de ese significado con todos los demás, en el interior de un sistema de signos. Esa determinación es igualmente "negativa" (como dice Saussure, lleva a "ser lo que los demás no son"; sería más exacto llamarla "relacional"), pero se produce en el interior de un continuum, constituido por el conjunto de los significados que forman un sistema (no se explica la relación de este continuum designándolo con nombres tales como "pensamiento", "conceptos", "esencia", etc., cosa que, sin embargo, no dejaron de hacer muchos filósofos y psicólogos). Tanto en un caso como en el otro, se llega al significado por el signo: en ello reside la dificultad principal de todo discurso sobre el signo. El sentido no es una sustancia cualquiera que podríamos examinar independientemente de los signos donde la aprehendemos; no existe sino por las relaciones de que participa.

(O. Ducrot y T. Todorov, Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, México, Siglo Veintiuno, 1974, pp. 121-123)

SAUSSURE

"Se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología social, y por consiguiente de la psicología general. Nosotros la llamaremos semiología (del griego sēmeîon 'signo'). Ella nos enseñará en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan. Puesto que todavía no existe, no se puede decir qué es lo que ella será; pero tiene derecho a la existencia, y su lugar está determinado de antemano. La lingüística no es más que una parte de esta ciencia general. Las leyes que la semiología descubra serán aplicables a la lingüística, y así es como la lingüística se encontrará ligada a un dominio bien definido en el conjunto de los hechos humanos."

Qué queda del estructuralismo

Esta nota periodística retrata la corriente de pensamiento que se configuró a partir de Saussure
La nota completa puede leerse en:
 http://edant.revistaenie.clarin.com/notas/2008/12/06/_-01815974.htm.

Fue sin duda la corriente de pensamiento de mayor peso en el siglo XX. Después de la experiencia de Claude Lévi-Strauss con las tribus amazónicas, en los 30, plasmada en Tristes trópicos, se expandió desde la antropología a la filosofía, la crítica literaria, la filosofía, la psiquiatría, en busca del funcionamiento de la cultura toda. Cuestionado luego, es imposible no seguir debatiéndolo. 

Suponiendo que Claude Lévi-Strauss no hubiese hecho otra cosa que escribir Tristes trópicos , su libro de 1955, su obra seguiría estando a mil años luz que la de cualquier otro antropólogo. Y Tristes trópicos ni siquiera es un libro de antropología en sentido estricto. En todo lo que ese libro exige, en todo lo que ese libro sabe que no obtendrá, se encuentra la espina que el estructuralismo –como método científico, corriente de pensamiento, como afirmación política y posibilidad estética– dejó clavada en el corazón del siglo XX: no la duda sobre si el saber occidental será capaz de responder las preguntas acerca de la naturaleza humana, sino la sospecha de que probablemente no valga la pena.

Tristes trópicos es el relato de un antropólogo que, a mediados de la década de 1930, deja su acomodada vida académica en Francia y llega a la selva amazónica en busca de su objeto de estudio soñado: "Una sociedad humana reducida a su expresión básica". Va detrás del gran premio, el equivalente del arqueólogo que gana la carrera por ser el primero en abrir la tumba de un gran faraón: el momento en que una sociedad que se creía completa, cerrada y autosuficiente, descubre que no es nada de todo eso. Lo que Lévi-Strauss encuentra, en cambio, es el producto del colonialismo, la transformación de los antiguos salvajes en aguas residuales del progreso industrial europeo. Encuentra basura, pobreza, excremento, barro. "La mugre, nuestra mugre que hemos arrojado al rostro de la humanidad".

El antropólogo no se resigna. Penetra más y más en la selva. Quiere localizar, dice, esa sociedad que todavía no fue contaminada por la civilización europea. Por la mugre. Finalmente, cerca de la frontera con Bolivia, se topa con los tupi-kawahib: salvajes, impolutos, el sueño de Rousseau y de Durkheim. Sin embargo, por más que lo intenta, no consigue comunicarse con ellos. No se entienden. No hablan la misma lengua. "Estaban realmente dispuestos a enseñarme sus costumbres y creencias, pero yo nada sabía de su lengua. Estaban tan cerca de mí como una imagen vista en un espejo. Los podía tocar pero no podía entenderlos. Allí tuve mi recompensa y al mismo tiempo mi castigo, pues, ¿no consistía mi error, y el de mi profesión, en creer que los hombres no son siempre hombres? ¿En pensar que algunos merecen más nuestro interés y atención porque en sus maneras hay algo que nos asombra?".

Lévi-Strauss regresa a Francia. Ahora lo sabe: la condición para volver inteligible a ese otro lejano y exótico es que la mugre ya lo haya manchado. El precio que se paga por conocer es deambular entre ruinas: los primitivos, los salvajes, son también parte del fango de la modernidad.

El antropólogo no se resigna tampoco ahora. Hay otra opción. En lugar de merodear en tribus lejanas, de regodearse en su extrañeza, de lamentarse al ver en qué los hemos convertido, es posible construir un modelo teórico de sociedad que abarque a ésa y a todas las sociedades primitivas. El espíritu humano es el mismo en todos lados. Lo que prima es el intento de llevar orden al caos, de ordenar un universo desordenado. Hay un todo establecido, coherente. Un número limitado de estructuras que se repiten una y otra vez. Un sistema. Valiéndose de la matemática, la lingüística, la cibernética, las ciencias del signo, es posible reconstruir esas estructuras, bosquejar una suerte de tabla periódica con los elementos que conforman esas sociedades. Los mitos, las leyendas, los dialectos, los bailes, los tatuajes, son accidentes, contingencias. Lo que importa es la estructura, lo que subyace: el estudio del pensamiento humano a través de una ciencia formalista, taxonómica, universal, abstracta.

A mediados del siglo XX, con los hornos de Auschwitz todavía calientes y las luchas por la descolonización estallando alrededor del mundo, el estructuralismo se propuso la empresa más grandiosa jamás imaginada: comprender cómo funciona la mente humana. Y Lévi-Strauss hizo escuela.

La contradicción que el estructuralismo guarda en su seno, la contradicción que enterró en el corazón del siglo XX, radica en que el mayor intento colectivo por convertir a las ciencias humanas en una gran ciencia positiva universal es producto de la búsqueda de redención personal de un solo hombre. Y para lograrlo -explicó décadas después el antropólogo Clifford Geertz- este hombre creó una máquina infernal de la cultura, que aniquilaba la historia y lo engullía todo a su paso. Lévi-Strauss logró construir un modelo teórico, político, estético, que satisfacía su búsqueda personal: entender a los hombres sin conocerlos, conseguir una aproximación intelectual y mantener la distancia física. "Odio los viajes y a los exploradores", así empezaba Tristes trópicos . Bastó esa línea, y Lévi-Strauss ya estaba a mil años luz.

El advenimiento del estructuralismo, escribió Geertz, fue ante todo un logro retórico: el discurso que Lévi-Strauss inventó para los hechos curiosos que describía o para sus curiosas explicaciones de estos hechos curiosos. "Lo que consiguió cambiar la mentalidad de la época, como ninguno de esos elementos lo hubiera logrado antes, fue la sensación de que había aparecido un nuevo lenguaje en el que todo, desde la moda femenina, como en El sistema de la moda de Roland Barthes, hasta la neurología, como The quest for mind de Howard Gardner, podía discutirse y analizarse de una manera útil. Fue toda una serie de términos (signo, código, transformación, oposición, intercambio, comunicación, metáfora, metonimia, mito... estructura), tomados en préstamo y reelaborados tanto a partir del léxico de la ciencia como del arte, los que sirvieron para definir la empresa de Lévi-Strauss, más allá del limitado interés que muchos pudieran tener en el sistema de secciones australiano o la configuración de las aldeas bororo".

A mediados de siglo, el lenguaje, o el método, o las hipótesis, o el modelo, o lo que fuese que ese antropólogo francés estuviese diciendo en nombre del estructuralismo, se extendió hacia otras disciplinas. Pocos, muy pocos, se definieron como "estructuralistas", pero de pronto en lingüística, psiquiatría, historia, política, sociología, semiología, matemática, filosofía, literatura, biología, y más, el estructuralismo permitía decir cosas que hasta ese momento no habían sido dichas: permitía, parafraseando una definición ya clásica de Lévi-Strauss, generar buenas categorías para pensar.

Y sin embargo, nadie sabe con certeza qué es o qué fue, el estructuralismo. En general las definiciones, más allá de algunos lugares comunes (su antihumanismo, su objetivismo, sus oposiciones dicotómicas binarias que lo explican todo: alto-bajo, derecha-izquierda, crudo-cocido, significado-significante), parecen chocarse entre sí y no arribar a ningún puerto. "Digámoslo francamente –escribió el filósofo François Wahl en 1968, en la introducción de un libro de Dan Sperber llamado ¿Qué es el estructuralismo? – cuando se nos pregunta acerca del estructuralismo, no comprendemos la mayoría de las veces acerca de qué se nos quiere hablar".


El estructuralismo no nació con Lévi-Strauss. Su fundación, simbólica, se remonta a 1916, cuando se publicó la obra póstuma de Ferdinand de Saussure, el Curso de Lingüística General . Pero en el trayecto que va desde el Curso... hasta la edición de los cuatro tomos de las Mitológicas de Lévi-Strauss (entre 1964 y 1971), el estructuralismo pareció haber mutado como en esas películas de la RKO en las que una pequeña lagartija se metía donde no debía, recibía algún tipo de radiación y se convertía en un monstruo gigante y deforme que pisoteaba todo lo que encontraba a su paso. El estructuralismo, para entonces, era Godzilla.

Bajo la etiqueta de estructuralismo podía ponerse casi todo, pues casi todo parecía haber sido tocado por el estructuralismo. Sea para abrazarlo, rechazarlo, ignorarlo, adecuarlo, criticarlo, superarlo o revisitarlo, el estructuralismo parece ser la corriente de pensamiento endémica del siglo XX. Emerge con diferentes rostros en diferentes lugares, y cuando parece erradicado vuelve a florecer en una nueva cepa. Lo que sigue es tan obvio que produce sarpullido, pero para que exista, por ejemplo, un post-estructuralismo (para que pueda fijarse como corriente intelectual o como estilo de época que atraviesa objetos culturales de diferentes géneros, para que pueda establecer sus límites, deudas, rupturas y continuidades) debe existir un estructuralismo: debe continuar siendo aquello con lo que se dialoga. De una manera u otra, agrade más o menos la conversación, el estructuralismo sigue siendo un interlocutor inevitable.

En 1987, en La derrota del pensamiento, Alain Finkielkraut relataba cómo había sucedido todo eso, cómo el estructuralismo se había adueñado de la vida académica y política de posguerra, cómo Lévi-Strauss se había convertido en –vaya– un héroe. Veinte años más tarde todavía sigue siendo una historia válida, una historia que puede pasar por cierta.

El comienzo de la historia que Finkielkraut estaba contando podía situarse en noviembre de 1945, cuando se realizó el acto constitutivo de la UNESCO: un nuevo intento por llevar la luz de la razón a la oscuridad que todavía crepitaba en los hornos de Belsen. Sacar a la Humanidad de las tinieblas; impedir que el fanatismo, el totalitarismo y la ignorancia volvieran a idiotizar al Hombre... Momento, momento. ¿Qué hombre? ¿El hombre del existencialismo sartreano, que por entonces seducía a propios y extraños? ¿El hombre del iluminismo? ¿Qué hombre?

En 1951 Lévi-Strauss presentó un trabajo escrito por encargo de la UNESCO: Raza e historia . Una parte del texto apuntaba hacia el lugar esperado: el concepto de "raza". Las diferencias entre grupos humanos, escribió, obedecen "a circunstancias geográficas, históricas y sociológicas, no a aptitudes vinculadas a la constitución anatómica o fisiológica de los negros, de los amarillos o de los blancos". Todos de acuerdo, aplausos.

Pero cuidado, agregó Lévi-Strauss, y cuando Finkielkraut lo relataba, treinta y cinco años más tarde, uno podía percibir la emoción en su voz: no basta con quitarse de encima la predestinación biológica, también hay que rechazar la jerarquización de las diferencias culturales. La época de la que intentaba salirse, creía Lévi-Strauss, estaba marcada tanto por el totalitarismo como por el colonialismo: la mugre, nuestra mugre. Los filósofos iluministas, en el siglo XVIII, habían caído en la trampa. Hablaron en nombre de la Humanidad parados en el que suponían último estadio de desarrollo moral, tecnológico, científico, el final de una única línea de progreso humano. Casi dos siglos después, los fundadores de la UNESCO se aprestaban a hacer lo mismo.

"En el momento en que la UNESCO se propone abordar un nuevo capítulo de la historia humana –escribió Finkielkraut–, Lévi-Strauss recuerda, en nombre de su disciplina, que la era de la que se trata de salir está tan marcada por la guerra como por la colonización, tanto por la afirmación nazi de una jerarquía natural entre los seres como por la soberbia de Occidente, tanto por el delirio biológico como por la megalomanía del progreso". La crítica de la superioridad racial debe combinarse con la crítica de la superioridad cultural. No hay una sola civilización, propone Lévi-Strauss; hay culturas, muchas, en plural. "Lévi-Strauss se apropia de la solemne ambición de los fundadores de la UNESCO –iluminar a la humanidad para conjurar los peligros de la regresión a la barbarie–, pero la dirige contra la filosofía a la que éstos rinden pleitesía", seguía Finkielkraut. "El objetivo sigue siendo el mismo: destruir el prejuicio, pero, para conseguirlo, ya no se trata de abrir a los demás a la razón, sino de abrirse uno mismo a la razón de los demás".

Se esparció como una mancha de brea. Imitando el ejemplo de la antropología estructuralista, las ciencias humanas comenzaron una cacería del etnocentrismo, una denuncia de todas las formas en que –en nombre de un humanismo universalista, vago, metafísico– Occidente hacía prevalecer su dominio pasado y presente. Los historiadores rompieron la línea del tiempo, trastocaron su continuidad; los sociólogos combinaron el marxismo con la etnología estructuralista: en todas las sociedades hay división de clases (decían con Marx), y en cada clase hay un universo simbólico distinto y equivalente (decían con Lévi-Strauss). Los lingüistas encontraron las mismas estructuras narrativas en las "grandes novelas" y en los "cuentos populares"; todas las teorías de la descolonización usaron el mismo sonsonete: ni las sociedades ni las personas crean de manera absoluta, sólo se limitan a elegir determinadas combinaciones; no hay dos culturas que sean iguales, pero todas parten de la misma actividad combinatoria y no pueden ser jerarquizadas.

La bola de nieve no se detuvo. Noam Chomsky, Roland Barthes, Jacques Derrida, Jacques Lacan, Umberto Eco, Jean Piaget, Thomas Kuhn, Michel Foucault, Louis Althusser o Julia Kristeva, por nombrar poco y atropellado, llevaron el estructuralismo a sus respectivas disciplinas. Godzilla, sí. Parecía imparable, y pronto llegó el ejército a hacerle frente, con los tanques de guerra y todo. Pero ya había comentado Nietzsche qué pasa cuando uno combate contra monstruos. No es que el estructuralismo, o Lévi-Strauss, hayan estado exentos de críticas. Al contrario. Muchos filósofos acusaron al estructuralismo de ser demasiado cientificista y muchos científicos lo acusaron de ser demasiado filosófico. Se dijo que Lévi-Strauss era un mago: que encontraba estructuras por todos lados, que las sacaba de su galera mágica junto con conejos y ramos de flores. Se le imputó plantear preguntas y no responderlas; mezclar azarosamente cualquier cosa que se le cruzara; no hacer suficiente trabajo de campo; hacer demasiado trabajo de campo; usar demasiada información; usar muy poca información; usar información desactualizada; ser demasiado positivista; ser demasiado poético; ignorar la historia; ignorar a los individuos; ser demasiado determinista; tomar un montón de temas complicados y volverlos imposibles. Las versiones más "duras" del estructuralismo se han vuelto obsoletas, o al menos no gozan del acuerdo que gozaron hasta fines de la década de 1960. Gran parte de sus hipótesis (o métodos, o discursos, o... lo que sea) fueron retomadas por las corrientes post-estructuralistas, posmodernas, deconstructivistas, constructivistas, etc. Otras fueron descartadas, y muchas otras se volvieron parte de agendas políticas y sociales, parte del sentido común, de la embrutecida cotidianeidad de los hechos de todos los días.

"En disciplinas como la nuestra –escribió Lévi-Strauss en la Obertura de Mitológicas . Lo crudo y lo cocido –, el saber científico avanza a paso inseguro, bajo el látigo de la contención y la duda. Deja a la metafísica la impaciencia del todo o nada. Para validar nuestra empresa no es preciso a nuestros ojos que esté asegurada de disfrutar, durante años y hasta en sus menores detalles, de una presunción de verdad. Basta que se le reconozca el modesto mérito de haber dejado un problema difícil en estado menos malo que como se lo encontró".

Suponiendo que Claude Lévi-Strauss no hubiese hecho otra cosa que escribir Tristes trópicos , su libro de 1955, su obra seguiría estando a mil años luz que la de cualquier otro antropólogo. Si la historia que estuvimos contando es correcta, si el estructuralismo comenzó con el intento de un solo hombre por expiar las culpas por lo que Occidente había hecho con las sociedades no occidentales, y terminó en el mayor intento colectivo por entender cómo funciona la mente humana, ni una exigencia ni la otra fueron satisfechas.

Ese es el secreto que encierra Tristes trópicos : que el precio por conocer es la destrucción de aquello que busca conocerse. "Nunca más, en ninguna parte, volveré a sentirme en casa", se lee allí, sólo para pasar un par de páginas y encontrarse con una cita de Pascal: "Nada nos puede consolar, cuando lo pensamos detenidamente". En todo lo que ese libro exige y en lo que sabe que no obtendrá, se encuentra la espina que el estructuralismo dejó clavada en el corazón del siglo XX: "¿Para qué sirve actuar, si el pensamiento que guía la acción conduce al descubrimiento de la ausencia de sentido?". Es lo que Lévi-Strauss, hace setenta años, intuyó que no sería capaz de responder.

(por Marcelo Pisarro)

¿Por qué SEMIOLOGIA?

Los seres humanos, desde el inicio mismo de la cultura, significamos nuestra experiencia a través de formas simbólicas, entre otras cosas, para hacerla intercambiable. Esa significación se produce a través de un “tráfico” de signos. El semiólogo U. Eco afirma que el signo constituye un instrumento de separación de la mera percepción, de la experiencia inmediata, imponiendo la abstracción. Elaboramos signos antes de emitir sonidos, de pronunciar palabras.


Allí donde se instaura una forma observable de intercambio de signos, existe una cultura, es decir, adviene el lenguaje. Es que somos, existimos y nos relacionamos a partir del lenguaje: a través de él es posible tener la primera organización del mundo, por él somos capaces de diferenciar objetos, reconocer sentimientos, describir situaciones y ubicarnos en la sociedad.

Somos en el lenguaje, nuestra realidad sólo puede ser expresada a través de él, aunque también somos de lenguaje, no existe pensamiento sin lenguaje, ni posibilidad de conocimiento. Todo acontecimiento, en tanto no sea estrictamente reductible a mecanismos naturales, es histórico, lo que incluye al fenómeno del lenguaje humano, que no es reductible a aquellos mecanismos y por tanto, lo definiremos como acontecimiento histórico que entra en relación con otros acontecimientos de este tipo.

El lenguaje sirve de vehículo al pensamiento, articulando conceptos (formas de la abstracción). Nombrar no es poner una etiqueta a las cosas, sino categorizar, organizar el mundo interno y externo, si es que cabe la diferencia. Son las palabras las que vehiculizan ese poder conceptualizador: crean los conceptos tanto como éstos requieren de las palabras.

El lingüista F. de Saussure afirma que seríamos incapaces de distinguir dos ideas de una manera clara y constante sin el recurso del lenguaje. Pese a su frecuente uso, este término es de carácter polisémico y ambiguo y los límites de su definición, en muchos casos, borrosos e imprecisos. Además, la multiplicidad y variedad de sus usos produce que el término lenguaje remita a un fenómeno que puede ser analizado desde muy diferentes perspectivas, en relación con muy diferentes tipos de situaciones y en referencia a dimensiones de análisis de variada naturaleza, numerosos aspectos teóricos, metodológicos, planos de abstracción y objetivos diversos.

El lenguaje se expresa a través de discursos que, según sus propios mecanismos de estructuración y reiteración, pueden ser recortados en diferentes -y a veces arbitrarias- clasificaciones. El concepto de discurso es uno de los más polémicos y conflictivos. Sus plurales acepciones hacen que sea preciso ubicarse cuidadosamente en algunas de las perspectivas más importantes para intentar alcanzar su complejidad. Si partimos de una mirada en sentido amplio, para empezar a precisar este término, haremos referencia a toda enunciación que supone un hablante y un oyente, y en el primero, a la intención de influir de alguna manera en el otro. Esto no supone la existencia de una autonomía del sujeto hablante, sino integrado al funcionamiento de enunciados, de textos, cuyas condiciones de posibilidad se articulan sistemáticamente sobre formulaciones ideológicas e índices específicos.

Es por ello que es preciso remitirnos al concepto de enunciación, ya que supone la conversión de la lengua en discurso. Es decir, condiciones de producción y circunstancias de comunicación: además del estudio de los fenómenos estructurantes de cada discurso, importa también dar cuenta de los mecanismos a partir de los cuales un sujeto se apropia de la lengua, la organiza, le otorga su propio matiz y posibilita desencadenamientos plurales del sentido; de allí la consideración de los fenómenos enunciativos. La relación entre la noción de discurso y la de enunciación es importante porque marca las relaciones discursivas en términos de efectos sobre los sujetos. Los discursos se instalan en la sociedad, vertebran y condicionan las relaciones sociales.

Este programa de estudios pretende por consiguiente, dar cuenta de los fenómenos del lenguaje, el signo, la comunicación, los discursos, la circulación y creación de sentido. Dado que la totalidad es una imposibilidad teórica y fáctica, abordaremos diversos cuerpos teóricos que recortarán determinado tipo de aspectos y los focalizarán para comprender los fenómenos que serán estudiados, seleccionados por la cátedra.

Bienvenidos a la aventura del conocimiento...

lunes, 11 de agosto de 2014

Número de aulas según comisiones de teóricos

                      materia     comisión      horario        aula


431430172127

431430272217

431430372227

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431431175717

431431275817

martes, 5 de agosto de 2014

Calendario Académico 2do. cuatrimestre 2014


INICIO DE CUATRIMESTRE
11 DE AGOSTO

PRIMER PARCIAL DE COMISIÓN
SEMANA DEL 22 AL 26 DE SEPTIEMBRE

PARCIAL DE TALLER
SEMANA DEL 3  AL 7 DE NOVIEMBRE 

SEGUNDO PARCIAL DE COMISIÓN
SEMANA DEL 10 AL 14 DE NOVIEMBRE

RECUPERATORIOS
(AUSENTES Y APLAZOS) SEMANA DEL 17 AL 21 DE NOVIEMBRE

FIN DEL CUATRIMESTRE:
 22 DE NOVIEMBRE