miércoles, 30 de septiembre de 2015

El lenguaje, nuestra casa

Los humanos estamos sumergidos en nuestra lengua como el aire que respiramos, y sólo lo notamos cuando nos vemos fuera de ella. Tomar conciencia de la compleja maravilla de la lengua que usamos casi sin darnos cuenta, puede hacernos desear conocerla mejor, utilizar bien sus tesoros.

José Antonio Millán

lunes, 28 de septiembre de 2015

Pautas para preparar y rendir el primer parcial escrito

A) Preparación previa al examen

1. Leer los textos con suma atención. Volver hacia atrás (releer) si algún concepto o párrafo no fue entendido. En caso de ser necesario, recurrir a un diccionario de linguistica, semiología, ciencias humanas o a alguna otra fuente bibliográfica, incluso a este blog. Contestar por escrito las preguntas de la guía de estudio. Chequear en clase las respuestas realizadas, así como comentar con los compañeros de comisión las respuestas llevadas a cabo.
2. No se debe estudiar únicamente de los apuntes de clase ni de resúmenes, y menos aun de los de un compañero o los que figuran en páginas web, sino que debe estudiarse de la bibliografía indicada, puesto que los apuntes y resúmenes representan solo una parte del proceso de estudio.
3. Si se busca información adicional en la web, siempre conviene chequear con otras fuentes el contenido obtenido. No todo lo que en ella circula es de origen confiable en términos académicos.

B) Durante el desarrollo del examen

1. El parcial debe escribirse en negro o azul. Los demás colores se utilizan para la corrección del docente.
2. Al inicio del examen deben colocarse ciertos datos en la primera hoja: apellido, nombre, comisión, docente, nombre de la materia, nº de parcial, tema, fecha. Esta información debe diferenciarse del resto del escrito. En el resto de las hojas, consignar solamente apellido y nombre.
3. Leer atentamente las consignas. Prestar atención a los verbos introductorios como: desarrollar, explicar, comparar, resumir, ejemplificar, etc. ya que no son sinónimos, cada uno de ellos supone un tipo de respuesta diferente.
4. Numerar las páginas entregadas, por ejemplo: 1/3, 2/3, 3/3. Si es posible, abrocharlas. La última página debe firmarse con aclaración.
5. Responder solo lo que la pregunta solicita. No responder por “nombre del autor”, es decir, no escribir, por ejemplo, todo lo que se sabe de Saussure, sino limitarse a lo solicitado en la consigna. Si la respuesta no contiene lo solicitado, por más que el contenido sea correcto se podrá considerar la respuesta como “no pertinente”.
6. No utilizar abreviaturas, salvo las que estén convencionalizadas, como por ejemplo: etc.
7. No responder solo con gráficos, cuadros sinópticos o flechas. Estos no reemplazan al texto, simplemente lo ilustran.
8. Cada respuesta es un texto autónomo, es decir, debe poder leerse y comprenderse fuera del contexto parcial. No debe necesitar su consigna para entenderse. Por ejemplo: ¿Cómo fundamenta Peirce la necesidad de abordar el estudio del signo desde una perspectiva ternaria? Respuesta: “Peirce fundamenta la necesidad de abordar el estudio del signo desde una perspectiva ternaria explicando que…”
9. Las respuestas deben tener una estructura mínima: introducción, desarrollo y conclusión. En el ejemplo anterior, ese fragmento constituye la introducción de la respuesta. La conclusión se anuncia frecuentemente con un conector. Por ejemplo: “Por último, puede afirmarse que…”
10. Cuidar la sintaxis, la ortografía y la puntuación (las dificultades en estos aspectos no se calificarán con descuento de puntos). Se recomienda construir oraciones breves para obtener mayor claridad, ya que permiten organizar mejor el texto.
11. Respetar el uso de las mayúsculas.
12. La prolijidad y la legibilidad garantizan una buena comunicación y por lo tanto un buen parcial. Constituyen la “carta de presentación” del estudiante universitario.

C) Después del parcial, después del cuatrimestre


1. Consignar por escrito en qué cuatrimestre de qué año se cursó la materia y con qué docente.

Contenidos para primer parcial - 2 de octubre

SAUSSURE
semiología
lengua y habla
sistema
el signo linguistico: componentes
arbitrariedad - linealidad. 

mutabilidad - inmutabilidad
valor linguìstico 

relaciones: sintagma/paradigma
sincronía/diacronía

PEIRCE
semiótica
conocimiento y signo
semiosis

signo: componentes
clasificación de los signos: segunda tricotomía


BAJTIN
lenguaje y esferas de actividad
géneros discursivos
el enunciado como unidad de la comunicación

diferencias entre oraciòn y enunciado
diferencias entre palabra en la oración - palabra en el discurso

KERBRAT

Comunicación: modelo clásico - modelo reformulado
diferencias entre signo en la lengua - signo en la comunicación
Enunciación

BENVENISTE

Aparato formal de la enunciación
subjetividad en el lenguaje
índices de la enunciación

jueves, 24 de septiembre de 2015

ENUNCIACION

La producción lingüística puede considerarse como un acto en cuyo transcurso las frases se actualizan asumidas por un locutor particular, en circunstancias espaciales y temporales precisas. No se entiende por enunciación el fenómeno físico de la emisión o la recepción del habla sino a los elementos que pertenecen al código de la lengua y cuyo sentido, sin embargo, depende de factores que varían de  una enunciación a otra, por ejemplo el uso de las palabras "yo", "usted", "aquí", "ahora", etc. Lo que la lingüística retiene es la huella del proceso de enunciación en el enunciado. "Yo" designa a la persona que habla en este momento, en este lugar.

Los primeros elementos constitutivos de un proceso de enunciación son:
 
el locutor, el que enuncia; y

el alocutario, aquel a quien se dirige el enunciado. 

Ambos se denominan indiferentemente interlocutores. A partir de aquí se puede concebir a la organización de las formas lingüísticas indiciales de dos maneras, según se tomen como base categorías gramaticales (como los pronombres personales, demostrativos, tiempos verbales) o semánticas (como las indicaciones de tiempo y lugar o las denominadas
 modalidades).

La enunciación siempre está presente de una manera u otra en el interior de un enunciado; las diferentes formas de esta presencia, así como los grados de su intensidad, permiten crear una tipología de los discursos como el de un discurso centrado en el locutor (autobiografía, relato de un paciente) a un discurso organizado en torno al alocutario (publicidad, política).


(adaptado de Ducrot y Todorov “Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje”)

Reformulación del modelo de Jakobson según Kerbrat


Sobre el modelo clásico la lingüista francesa Catherine Kerbrat-Orecchioni ha realizado una reformulación con el propósito de interpretar la complejidad del hecho comunicativo. 
Esta reformulación no se relaciona específicamente con las funciones del lenguaje en la comunicación, sino con los factores del circuito, produciendo una nueva perspectiva para comprender cómo se construyen y se interpretan las comunicaciones verbales presenciales y no presenciales, las comunicaciones escritas y las sostenidas por soportes eléctricos y electrónicos.

Para ello analiza críticamente la noción de código que plantea el lingüista ruso. Según ella, es inexacto que los dos participantes de la comunicación, aun si pertenecen a la misma comunidad lingüística, hablen exactamente la misma lengua, y que sus competencias se identifiquen con el castellano de todo locutor o alocutario. Con esto quiere significar que la comunicación no se funda sobre un código único compartido por ambos participantes de la comunicación, sino que cada participante posee su propio idiolecto, que puede ser o no compatible con otro. De este concepto se derivan: cronolecto, la lengua utilizada por las diferentes edades: infantes, adolescentes, y adultos; sociolecto, que depende del grado de escolaridad y dialecto, que se relaciona con las diferentes lenguas regionales: castellano rioplatense urbano porteño, castellano rioplatense urbano cordobés, o castellano rioplatense rural, son algunos de los ejemplos. Kerbrat plantea que el código no es absolutamente externo al sujeto, sino que éste lo construye a partir de todas sus competencias, es decir del conjunto de todas sus posibilidades lingüisticas, para codificar y decodificar mensajes. Esto significa que el individuo va adquiriendo la lengua, a medida que va aprendiendo nuevos conceptos, y ampliando así, su repertorio lingüístico.

También resulta necesario entender el concepto de “competencias”, que poseen tanto el emisor como el receptor: aquellos saberes y conocimientos en relación al instrumento comunicativo, a diversos temas y objetos de discurso. Es decir, son diferencias que existen entre los participantes de una comunicación respecto de la adquisición de bienes simbólicos y culturales. Las dificultades y facilidades ante distintas circunstancias se deben a las competencias que se poseen de modo suficiente, fragmentario o nulo. La adquisición de competencias por parte de los hablantes es permanente y se lleva a cabo de diferentes modos, y tienen que ver con:

-hábitos y comportamientos,
-experiencias propias y ajenas,
-relaciones sociales, grupales, etc.

Por ejemplo: el código de la lengua es potencialmente común a todos los hablantes, pero algunos lo utilizan más adecuadamente que otros, según la situación en que se encuentren y por las que hayan atravesado, ya que el lenguaje se aprende en situación, es decir, bajo condicionamientos o restricciones que impone la misma práctica. Esto significa que no todos los sujetos poseen el mismo conocimiento de la lengua ni la misma experiencia, ni tampoco la utilizan de la misma manera, ni hablan o interpretan del mismo modo. Es decir, algunos poseen mayor o menor conocimiento que otros para la codificación y la decodificación de los mensajes.

Componentes del nuevo esquema

-Las competencias lingüísticas son los conocimientos de la gramática de la lengua, es decir, sobre la correcta formación de enunciados de la lengua. La competencia comunicativa incluye a la anterior y la pone en circulación junto con otros saberes o conocimientos de una misma comunidad linguística.

-Competencias no linguísticas en la comunicación, es decir, las paralinguísticas: el lenguaje que no utiliza solamente palabras sino gestos, miradas, mímica, etc., que inciden en la codificación de los mensajes.

-Competencias cultural e ideológica. La primera reúne los conocimientos que se poseen en relación con el mundo, es decir, las facilidades o dificultades para interpretar el universo simbólico. En la competencia ideológica, además del universo simbólico, se llevan a cabo una serie de procedimientos que permiten la interpretación y la evaluación de dichos objetos: al conjunto de actitudes interpretativas y evaluativas.

-Determinaciones “psi”. Las competencias anteriores están atravesadas por un conjunto de determinaciones individuales de las que tampoco el hablante es completamente conciente, y que pueden alterar en diferentes sentidos los mensajes y la interacción comunicativa. Se trata de las determinaciones “psi”: componentes psicológicos, psicoanalíticos y/o psiquiátricos. No es una competencia que el participante adquiere, sino una determinación a la que se está sujeto.

-Restricciones del universo del discurso. Para comprender el modelo con las competencias es necesario referirse a las restricciones del universo del discurso, que operan como filtros en el discurso, en el sentido de que limitan lo que puede y debe ser dicho según la situación de inscripción de los enunciados. Es posible hablar de restricciones de género discursivo (Bajtín), es decir de tema, estilo, léxico o de tipologías discursivas; que actúan como filtros. En términos generales, los tipos de textos son componentes del género y del discurso, como la conversación o la argumentación. El relato por ejemplo, pertenece a la novela y a la crónica periodística; se trata de una dimensión textual o lingüística relacionada con la competencia lingüística.

Los tipos de discurso son los géneros discursivos que pueden estar compuestos por tipos de textos en común. Ellos engloban géneros: el discurso periodístico está compuesto por la crónica, el editorial, la entrevista, la nota de opinión. El discurso literario, por la novela, el cuento, la poesía, el teatro o el ensayo. El universo de discurso constituye una dimensión institucional o social, relacionada con las competencias culturales e ideológicas.

Estos son, en breve síntesis, los componentes para formalizar los modelos de producción y de interpretación de los mensajes. Se trata entonces, de un esquema que reformula Kerbrat-Orecchioni del de Jakobson, en el que estos modelos hacen funcionar la codificación y decodificación de los mensajes bajo las leyes que regulan las diversas competencias.

el modelo clásico de la comunicación

El modelo de las funciones del lenguaje de Jakobson

A partir de su modelo, Jakobson elabora el circuito de la comunicación verbal que, desde su perspectiva, consta de seis factores. Un “destinador” que emite un “mensaje” que recibe un “destinatario”. El mensaje debe referirse a algo, es decir, para que un mensaje se comprenda se requiere de un “contexto”: aquello de lo cual se habla. Este término no debe confundirse con la acepción de entorno físico o circunstancia que rodea a la situación comunicativa.

Otro factor del circuito es el “código” que, por su parte, asegura la comunicación en cuanto es común tanto para destinador como para destinatario, es una lengua compartida para que ambos puedan comprenderse. Por último, el factor “contacto” que es el canal o medio físico por el cual transita el mensaje pero es, además, una conexión psíquica que se produce entre el destinador y el destinatario.

A partir de su modelo del circuito de comunicación verbal, Jakobson advierte que las funciones que cumple el lenguaje en la comunicación permite constatar que:

- cada factor determina una función;
- ninguna función se expresa en estado “puro”;
- existe un orden jerárquico o de dominancia entre las diversas funciones que intervienen en una comunicación.

Las relaciones comunicación-lenguaje

Cuando la comunicación se encuentra orientada hacia el destinador o emisor se produce la función emotiva del lenguaje, siendo marcas de ella: la primera persona (yo, nosotros, mi, nuestro) las interjecciones y la abundancia de adjetivos. Esta función también es conocida como expresiva.

Cuando la comunicación está orientada hacia el contexto se despliega la función referencial. Son marcas de ella la tercera persona y la preeminencia de sustantivos (ella, el, ellas, ellos). Esta función también se denomina informativa.

Cuando la comunicación se orienta hacia el destinatario se produce una función conativa. Son marcas de ella la segunda persona y la marcada importancia de los verbos (vos, usted, ustedes). Esta función también es conocida como apelativa.

Cuando la comunicación está orientada hacia el canal contacto se produce la función fática, que tiene como objeto comprobar si el canal funciona correctamente.

Cuando la comunicación se orienta hacia el código se produce la función metalingüística, es decir, se habla del código mismo.

Cuando la comunicación se encuentra orientada hacia el mensaje se produce la función poética, es decir, el mensaje mismo es puesto de relieve.

viernes, 18 de septiembre de 2015

COMUNICACION

De una manera general, existen dos variedades de definición del término COMUNICACION: 


Según la primera, la comunicación es un proceso en virtud del cual A envía un mensaje a B, que provoca en éste un efecto. A esta variedad se la puede ejemplificar con los modelos clásicos de Saussure, por ejemplo. 

La segunda definición ve en ella una negociación y un intercambio de sentido, donde mensajes, sujetos pertenecientes a una cultura y “realidad” interactúan para que se produzca un sentido o un entendimiento. 
A esta variedad le corresponden los modelos de Peirce así como la propuesta de Bajtín. Esta definición pone el acento en los nexos entre elementos constitutivos necesarios para que se produzca un sentido.

Estos elementos entran en tres grupos principales:

1) el texto, sus signos y sus códigos.

2) los sujetos que “interpretan” el texto, la experiencia cultural y social que los ha formado y ha formado los signos y códigos que ellos emplean.

3) la conciencia de una “realidad externa” a la que se refieren tanto el texto como los que lo reciben.


El diálogo pedagógico pensado desde BAJTIN

Para el linguista ruso Mijail Bajtín., el hombre debe ser garante y responsable de sí mismo, ya que cada yo ocupa un tiempo y un espacio únicos. La ética bajtiniana se vincula con el acto mismo de vivir y convivir; por ello se le denomina ética dialógica, cuyo postulado central reposa en la triada yo para mí - otro para mí - yo para otro, como afirma Tatiana Bubnova.


La ética se entiende como filosofía de la vida, porque no parte de un principio abstracto, sino vivenciado, que coloca al hombre en relación con el mundo. «La ética no está basada en principios abstractos sino en el patrón de los hechos reales que ejecuto en el suceso que es mi vida. Mi yo es ese que por tal ejecución responde a otros yo y al mundo desde el lugar y tiempo únicos que yo ocupo en mi existencia», plantea Clark.

"La metafísica de la presencia", según Tatiana Bubnova, lleva a un salir de sí al hombre para ubicarse en el lugar del otro. «La forma como yo me constituyo es por medio de una búsqueda. Voy hacía el otro para regresar con un sí mismo. Yo "vivo dentro" de una conciencia del otro, veo el mundo a través de los ojos de ese otro», sostiene Clark. Pero, a su vez, lo enriquezco con mi propia mirada sobre el mundo, porque desde mi propio tiempo y lugar veo lo que el otro no ve. En palabras del escritor José Saramago: «es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros».

Bajtín señala que «así como el problema de conocer las cosas se soluciona al encontrar los términos que nos permiten ver el mundo, de la misma forma, el problema de conocer el yo se soluciona aprendiendo a visualizar mi yo», afirma Clark.

El concepto evasivo del yo del sujeto moderno es recuperado por Bajtín desde la categoría de la alteridad. Con él descubrimos el carácter parcial de nuestra mirada frente a nosotros mismos y al otro, pues está sujeta a un lugar y a un tiempo; de ahí deviene la importancia de la visión, del punto de vista y, por supuesto, de la metáfora de Saramago sobre la ceguera y por ende de la necesidad de emprender el viaje hacía "la isla desconocida", que no es otra cosa que el viaje hacía la interioridad.

Una pedagogía de hoy debe basarse en el reconocimiento de la otredad como fundamento del yo y en el respeto de la mirada del otro que completa mi mirada sobre sí mismo y el mundo. El diálogo pedagógico toma arraigo en ese reconocimiento y lo supone como requisito insistituible de su propia existencia.

La comunicación en la que se sostiene el quehacer pedagógico debe ir más allá de la transmisión de información para encontrarse en y con el otro, y esto sólo es posible cuando el otro revela su pensamiento y su individualidad. Cuando el diálogo que se establece entre el maestro y el alumno es verdadero, se supera el dogmatismo en aras de la construcción mutua del conocimiento. El espacio académico no puede ser unívoco; se debe fundamentar en la multiplicidad de voces que lo conforman y reconocer la complejidad que lo caracteriza; más aún, en el aquí y en el ahora de una sociedad que se debate entre múltiples fuerzas ideológicas y políticas. Una nueva concepción antropológica aplicada al proceso educativo debe partir del principio de interacción humana. 

Tal como plantea Todorov: «Es imposible concebir al ser humano fuera de las relaciones que le ponen en contacto con el otro».La relación entre los sujetos debe basarse en una ética de la comunicación que tenga como soportes el respeto y la confianza. El educador es en la medida en que descubra que su legitimidad está sancionada por la existencia del otro. Ser docente significa comunicar en el más profundo sentido del término; este quehacer se encuentra en la frontera con el otro.

La misión del educador, por tanto, debe partir del respeto de la autonomía del otro. Para cumplir con su labor pedagógica, el maestro debe encarnarse en el otro y ver con el otro. La premisa fundamental de la acción comunicativa es la discusión académica que hace propicio el diálogo y la escucha del otro.

(adaptado de "Las voces del otro" por  Blanca Inés Goméz y Myriam Castillo Perilla)


Y respecto del diálogo universitario, otra reflexión:

No hay preguntas tontas, ni respuestas definitivas


Paulo Freire, pedagogo brasileño

martes, 15 de septiembre de 2015

Acerca de la vida de Mijail Bajtín

Mijaíl Bajtín: el pensamiento bajo sospecha


 Sylvia Iparraguirre


Cualquiera que mire un mapa de la costa norte de Rusia, sobre el Mar Artico, donde la tradición griega situaba el país de los hiperbóreos, puede imaginar que las heladas islas Solovetsky no ofrecen un paisaje seductor. Mucho menos si lo que allí esperan son los muros del campo de prisioneros de Solovki, uno de los destinos más duros del régimen stalinista para desterrados políticos. En enero de 1929, Mijail Bajtín fue arrestado y condenado a diez años de prisión en ese campo.

Los diversos cargos recibieron el rótulo general de "actividades antigubernamentales" y, en concreto, fueron: reunirse con un grupo de estudios filosófico-religiosos; aparecer, en París, en una supuesta lista de miembros de un futuro gobierno antistalinista; y, por último, más socráticamente, "corromper a la juventud".

Cinco meses después, su osteomielitis crónica seguía impidiendo el traslado del prisionero a su destino. La mala salud de Bajtín le dio tiempo a Elena, su mujer, a contactarse con algunos amigos influyentes. Gorki y Alexis Tolstoi enviaron telegramas a las autoridades. Se apeló a la Cruz Roja. Durante esos meses de detención en el hospital, ve la luz el primer libro que Bajtín publica bajo su nombre: Problemas en la poética de Dostoievski. El libro deslumbró a Lunacharsky, crítico literario respetado y funcionario cultural. Su recomendación ayudó a la conmutación de la pena: los diez años en las islas Solovetsky pasaron a ser seis en Kustanai, sur de la Siberia Occidental, a mil seiscientos kilómetros de Moscú. En marzo de 1930, Elena y Mijail abordaban el tren. Antes de subir, Elena se atrevió a preguntar cómo era el lugar desconocido hacia el cual iban. "El clima es severo pero saludable", fue la respuesta.

Bajaba el telón sobre una década decisiva, caótica, prolífica. Bajtín tenía treinta y cuatro años y había publicado cuatro de sus libros mayores: sobre Freud y el psicoanálisis, sobre el formalismo ruso, sobre filosofía del lenguaje y sobre Dostoievski. Hacía una década que su valor era reconocido por el mundo intelectual de Moscú y San Petersburgo y lo rodeaba un círculo de amigos y discípulos que ya lo consideraba un maestro. Su asombrosa versatilidad, que abarcó estudios semióticos, de teoría literaria, lingüística y antropología se aparejó a una férrea coherencia. Cualquier libro de Bajtín que se lea declara su voluntad de no ceder a una configuración teórica de dogma. Lo fascinó lo diverso, lo heterogéneo, las fuerzas subterráneas de la cultura popular que mueven la historia.

El grupo de Bajtín estaba en el ambicioso camino de los idealistas alemanes como Fichte y Schelling: sintetizar la diversidad de la experiencia humana. El tren abandona lentamente San Petersburgo, ahora Leningrado. En el triste y polvoriento vagón de tercera, pasajeros cabizbajos no se atreven a hablar entre sí, ni siquiera para comunicarse su lugar de destino; la delación es moneda corriente.

Lenin había muerto en 1924 con la amarga certeza de quién era Iosef Stalin. "(...) El camarada Stalin ha concentrado en sus manos un poder inmenso y no estoy seguro de que en todo momento sabrá utilizarlo con prudencia. Es demasiado brusco y ese defecto se hace intolerable en el cargo de secretario general". Lenin fue profético. En 1929, las famosas "purgas" recién comenzaban y Koba ("Inflexible", tal era el sobrenombre de Stalin) llega a saberlo todo. El tren atraviesa la noche interminable hacia un destino que se transformaría en siniestramente emblemático para el régimen. Bajo la luz macilenta, Bajtín, barba y bigotes recortados, frente amplia y pálida, sostiene entre las suyas la mano de su mujer. Con este viaje desaparecería para la vida civil rusa. Y lo sabía. Pero si de algo han dado testimonio amigos y discípulos es del estoicismo bajtiniano, de su inclaudicable sentido del humor, de su flemática paciencia para enfrentar la adversidad. Sólo una cosa podía desequilibrar su carácter reflexivo y pacífico: la falta de cigarrillos.

El exilio marca un antes y un después en la vida y en la obra de Bajtín. El Dostoievski sería su presentación en el mundo editorial y también su despedida. El destino de ese libro describe una simbólica simetría con el de su autor: si en 1929 su primera edición ayudó a salvarlo de una muerte física segura, la segunda, que aparecería en 1963, marcaría su redescubrimiento, impediría su muerte intelectual y lo lanzaría al reconocimiento internacional. A fines de los '50, una nueva generación, que había leído ávidamente el Dostoievski, descubriría con estupor que su autor, sobre el que circulaban diversas leyendas —entre otras que no existía, que era un seudónimo colectivo—, vivía, casi completamente ignorado, en la periferia geográfica e intelectual de su propio país.

Diecisiete años atrás

San Petersburgo, invierno de 1913. La intelligentsia local, que es como decir la inteligencia rusa, arde en los cafés de moda y en los cabarets vanguardistas. El clima político radicalizado por la frustrada revolución de 1905 y la inminencia de la Primera Guerra Mundial galvanizan el aire, en el que se cruzan como flechas las encendidas defensas de los "ismos". El simbolismo pierde terreno mientras se levantan el acmeísmo de Anna Ajmátova y Ossip Mandelstam y el futurismo de Maiakovsky. Se leen manifiestos; el del futurismo iconoclasta fue llamado "una bofetada en la cara del gusto del público". Bajtín tiene dieciocho años, ya ha cursado un año universitario en Odessa y acaba de ingresar en la Facultad de Historia y Filología Clásicas. Los años universitarios de Bajtín coinciden con la Primera Guerra Mundial y la Revolución de 1917, años de fructífero caos.

En la facultad, Mijail frecuenta a los formalistas, los aliados más cercanos de Maiakovsky. Años después, serían sus oponentes frontales en la elaboración de su teoría del texto. En San Petersburgo, comparte un cuarto de estudiantes con su hermano mayor. Nikolai, extravertido y temperamental, reúne todas las condiciones para ser admirado por su hermano menor: es brillante, tiene carisma, como toda esa generación —incluido su hermano— es de una precocidad desconcertante, y ya posee una sólida formación filosófica y literaria. Pocos años atrás, en la época del colegio secundario de Vilno, Nikolai lideraba a sus compañeros: se escurrían a medianoche al laboratorio a cantar "La Internacional", escribían poesía revolucionaria, leían a Nietzsche, a Kierkegaard, a Baudelaire, a Kant.

En San Petersburgo, los hermanos Bajtín comparten la fiebre de esos días en los que las vanguardias desafían a una compleja tradición. Lo que generosamente brinda la intelligentsia rusa en dos décadas, provocará largas y complejas consecuencias en el pensamiento europeo del siglo XX. Derivaciones conceptuales de los que Bajtín "está pensando" en esos años, reaparecerán en la estética de la recepción de la escuela de Tartu, en Lacan, y en la pragmática, teoría lingüística que anticipa la crítica al estructuralismo francés de los 60. Si bien los dos hermanos frecuentan estas reuniones fervorosas, la inclinación natural de Mijaíl al pensamiento y la filosofía lo lleva a la Sociedad Filosófico-Religiosa de San Petersburgo donde, sin tener que ver con la teología, la discusión se centraba en un problema de base para la futura definición de un imperio anacrónico y tambaleante: el enfrentamiento entre rusófilos e internacionalistas. Amante de la tradición rusa, Bajtín sentía al mismo tiempo el interés urgente de abrirse al europeísmo. Rusia se desentumecía de su largo sueño medieval para producir en veinte años el Renacimiento que nunca había tenido.

Sólo tres años atrás, en 1910, había muerto Tolstoi, quien supo ver como nadie los cambios que se gestaban. Sin embargo, a Tolstoi lo horrorizaba la idea de una revolución sangrienta, creía fervientemente en el cristianismo y que todo podía cambiarse "desde el corazón de los hombres". Gandhi, que fue su discípulo epistolar, pudo, al menos en parte, cumplir el sueño tolstoiano de la no-violencia.

Pero en Rusia, siglos de sometimiento y hambre de los campesinos conducían inexorablemente al cambio violento. A la Revolución de 1917 siguió la guerra civil. El conflicto separó ideológicamente a los hermanos: Nikolai se unió al ejército blanco zarista; cuando los vencieron, abandonó Rusia para siempre. Fue marino en el Mediterráneo y una noche de borrachera, en Constantinopla, se unió a la Legión Extranjera. En 1930 aparece en París donde, azarosamente, descubre el libro de Mijail sobre Dostoievski. En 1932 está en Cambridge, haciendo amistad con Wittgenstein. Para que se cumplan las simetrías, Wittgenstein pasaba por un momento fuertemente tolstoiano. Siguiendo las enseñanzas del escritor sobre la humildad, se van a vivir juntos a un barrio obrero de Londres. En 1950, Nikolai muere en Inglaterra sin saber que su hermano vivía, convencido de que había perecido en las purgas stalinistas.

En Rusia, el invierno de 1918 fue feroz; no había alimentos, no había combustible, no había leña. En los departamentos se quemaban los muebles, después los libros y, finalmente, el parquet. Si bien la reacción de los intelectuales ante la revolución no fue ni mucho menos homogénea, en medio de las penurias continuaba una atmósfera de euforia milenarista; la vida intelectual se enriqueció con la suma de los escritores, músicos y pintores judíos que antes de la revolución eran discriminados. Pronto hubo una emigración de San Petersburgo a ciudades de provincia, donde el clima político era más tranquilo.

Como muchos de sus compañeros, Bajtín pasa a vivir en Nevel y luego en Vitebsk, donde formaría, con Pumpiansky, Yudina y Kagan y posteriormente Voloshinov y Medvedev, el llamado "círculo de Bajtín". Allí también, Mijail conocería a Elena Alexandrovna Okolovich, con quien se casa en 1921. Había motivos para que, más allá de la devoción mutua que se profesaron, Elena fuera la persona capital en su vida. Por un lado, los cuidados de una dolorosa enfermedad que terminaría con la amputación de una pierna; por el otro, el talento nulo de su marido para la vida práctica. Bajtín era excéntrico, humorístico y un charlista incansable sin ninguna pretensión sobre el nivel intelectual de su interlocutor, pero odiaba atender el teléfono, se negaba a escribir y contestar cartas; le gustaban los aspectos "teatrales" de la vida, rodearse de gente peculiar, a la que le divirtiera hacer bromas y disfrazarse. Sus amigos desesperaban: era una lucha arrancarle un manuscrito para llevarlo a imprenta. Bajtín desconfiaba de todo lo que hubiera dejado de estar "en proceso", de lo que no estuviera abierto a la corrección o a un nuevo aporte. En esos años, trabaja en su filosofía del lenguaje, en un texto fundamental sobre la relación entre el autor y el héroe, en una teoría de la literatura basada en la intertextualidad y en una serie de artículos y monografías centrados en dos temas eje de su obra: ética y responsabilidad.

En Nevel y en Vitebsk, los intelectuales en medio de un clima de "cambio total" generaron una cantidad de actividades que hoy asombran. Menciono, como curiosidad, los "juicios" a los que escritores críticos y lectores sometían a los personajes literarios. Como "abogado defensor" Bajtín fue muy popular: ganó

todos en los que se presentó. Uno de ellos fue la defensa de Katerina Maslova, el personaje de  Resurrección, de Tolstoi. Lo asombroso no era la organización de estas actividades, imbuidas del espíritu revolucionario de una cultura para todos; lo asombroso era la cantidad inaudita de público que acudía. Había que habilitarpasillos y escaleras horas antes de que comenzara el debate. Para estos tópicos y para otro, muy popular en esos días y caro a los rusos, la existencia de Dios, directamente no había localidades.

Poco después, los Bajtín regresan a San Petersburgo. En medio de los puestos burocráticos o académicos que sus amigos logran conseguir, Bajtín queda al margen. Su incansable energía intelectual no condecía con su carácter: Nada más alejado del frenesí de la década que este hombre necesitado de su sofá, de sus incesantes cigarrillos, de sus continuas tazas de té fuerte y de la calma para pensar.

A pesar de todo, Bajtín era un hombre "que no le seguía el paso a la época", más parecido a un filósofo de cámara, a un Martin Buber (de quien se consideraba discípulo) que a un inquieto activista de la cultura. Para ayudarlo, le organizan conferencias: la entrada equivalía al valor de un boleto de tranvía. Atrincherado en su mundo privado, Bajtín publicó libros bajo los nombres de sus amigos discípulos Medvedav y Voloshinov y siguió escribiendo. En sus cajones dormía el largo artículo de 1919: “La arquitectónica de la responsabilidad”. El concepto de responsabilidad que Bajtín desarrolla en relación con la ética es sorprendentemente cercano al del existencialismo; se anticipa ocho años a Ser y tiempo de Heidegger y en décadas a El ser y la nada, de Sartre. No se trata de magnificar a Bajtín ni de destacar influencias imposibles (su ensayo se publicaría recién en 1979), sino de ubicarlo en una constelación de hombres que, alejados en el espacio y en el tiempo, pensaron respuestas confluyentes para interrogantes que marcaron el siglo.

Terminaba la década del veinte, muchas cosas habían cambiado. Bajtín es arrestado, condenado a prisión y enviado a Siberia.

Siberia Occidental, 1936

Como le habían dicho a Elena al abordar el tren, en Kustanai el clima es severo. A los 18 grados bajo cero de promedio en invierno se sumaba el terrible buran. Soplaba con tal fuerza que los habitantes del pueblo tenían que aferrarse a los cables tendidos en las bocacalles para que no los volara. Bajtín tiene la enseñanza prohibida: ni filosofía ni literatura. Pronto su capacidad es requerida para tópicos más prácticos: una conferencia para los almaceneros de ramos generales. Después, clases de contabilidad para los campesinos de los koljoz. Se reúnen multitudes en los enormes galpones. Sin perder su proverbial calma, Bajtín enseña teneduría de libros, de paso, habla de literatura y recita a Pushkin.

Entre sus alumnos están los rudos campesinos que forman la Guardia Roja local, a la que el maestro debe reportarse una vez a la semana. Indudablemente, eran tiempos poco propicios para el travestismo social, la obscenidad desbocada o el cambio de roles, temas centrales de su monumental  Rabelais, desarrollado en su vida invisible y cuyo primer capítulo trata de la historia de la risa. En su vida visible, publica en el Comercio soviético, el único escrito suyo que en esos años conoce la prensa, "Experiencias basada en un estudio de demanda entre los trabajadores de los koljoz".  Bajtín tuvo pleno contacto con lo que se llamó la "colectivización".

El dato no es anecdótico. La colectivización en el trabajo se extendió a la unificación de lenguajes y costumbres de un país marcado por diferencias étnicas de todo tipo. Más todavía, desde hacía un par de años se recomendaba a los escritores un método literario que se llamó "realismo socialista". Su convencionalización, sus pautas estandarizadas, su "programa" están en las antípodas de la teoría que Bajtín escribe a contrapelo: "El discurso en la novela", en el que explora de qué modo diferentes épocas se representaron a sí mismas en el género más maleable de la literatura. Términos tales como "lenguaje unificado", "géneros oficiales", "canonización del sistema ideológico" que aparecen en ese texto, no fueron, en 1934, elegidos inocentemente. El requerimiento oficial de mostrar un héroe positivo, ideológicamente correcto, se da de patadas con su compleja formulación de la construcción del personaje; de un verosímil que refleje el mundo imperfecto, incompleto, impredecible: el de la vida humana. Sin embargo, la idea de un lenguaje narrativo accesible que sirviera, además, para educar al pueblo, le interesó tanto a Bajtín que le dedicó un libro. Lo que ocurrió con el manuscrito es digno de mencionarse. En 1941 la Unión Soviética entra en la Segunda Guerra Mundial. La pobreza es extrema.

Bajtín tenía tabaco pero no papel: armó sus cigarrillos con el original y se fumó su ensayo sobre la novela de educación. Esto ya es leyenda e, inesperadamente, al otro lado del mundo y de la ideología, Paul Auster no quiso perdérselo: hay una cita de esta anécdota en su película Cigarros. A fines de los 40 y en los 50,
Bajtín accede a puestos no demasiado notorios de enseñanza, en ciudades periféricas de la capital. Los años finales, ya sin Elena, los pasa en un pequeño departamento de Moscú.

¿Puede un hombre situarse al costado de su tiempo, dejando a un lado circunstancias extremas y condicionamientos de censura y, desde allí, pensar? Bajtín pudo hacerlo. Fue un espíritu libre y una de las inteligencias más profundas del siglo XX. Moral e intelectualmente desprejuiciado, nada ni nadie pudo impedir a este hombre modesto hacer aquello para lo que estaba inusualmente dotado: pensar. Y Bajtín pensó a favor de los vientos que cambiaron su época. Pensó una filosofía libre, en la que contradicción y
heterogeneidad forman parte de la existencia humana y pasan a formar parte ineludible de su representación estética..


Aunque los tuvo al final de su vida, no necesitó ni reconocimiento ni celebridad. Desde la perspectiva bajtiniana el deseo de originalidad parece fútil; la creatividad es, en última instancia, anónima. Es decir, colectiva. Nadie puede pensar solo, ni descubrir ningún camino si no es en diálogo con el otro.

Bajtín muere en Moscú el 7 de marzo de 1975.

Bajtin: clasificación de géneros discursivos


Géneros discursivos secundarios o complejos

CLASIFICACION DE TEXTOS


Entre las muchas clasificaciones existentes, se pueden distinguir diferentes tipos de textos según qué prácticas discursivas se llevan a cabo.

Este criterio permite distinguir, por ejemplo, entre una orden militar, un anuncio publicitario, una conversación telefónica, o un sermón en la iglesia. De acuerdo con este criterio, una clasificación convencional de los textos puede ser la siguiente:

• Textos científicos: son los que producen en el contexto de la comunidad científica, con la intención de presentar o demostrar los avances producidos por la investigación. Géneros típicos de este tipo son: la Tesis doctoral, la Memoria de Licenciatura, el Artículo científico o la Monografía científica. También son textos científicos, aunque de transmisión oral, la Conferencia, la Ponencia o la Comunicación (tipo de texto)

• Textos administrativos: son aquellos que se producen como medio de comunicación entre el individuo y determinada institución, o entre instituciones, o entre las instituciones y los individuos. Se trata de textos altamente formalizados, con estructuras rígidas y que frecuentemente tienen una enunciado función performativa. Géneros administrativos típicos son: el certificado, el saludo, la instancia o el boletín oficial.

• Textos jurídicos: son los textos producidos en el proceso de administración de justicia. Aunque son un subtipo de los textos administrativos, por su importancia y sus peculiaridades los textos jurídicos suelen considerarse y estudiarse como un grupo independiente. Ejemplos de textos jurídicos son: la sentencia, el recurso o la ley.

• Textos periodísticos: todos los textos susceptibles de aparecer en el contexto de la comunicación periodística. Suelen subdividirse en "géneros informativos" (que tienen por función transmitir una determinada información al lector) y "géneros de opinión" (que valoran, comentan y enjuician las informaciones desde el punto de vista del periodista o de la publicación). Entre los primeros, los fundamentales son la noticia y el reportaje; entre los segundos, el editorial, el artículo de opinión, la crítica o la columna.

• Textos humanísticos: aunque se trata de un tipo de texto difícilmente definible, se clasifica como "textos humanísticos" a aquellos que tratan algún aspecto de las ciencias humanas: Psicología, Sociología, Antropología, etc. desde el punto de vista propio del autor, sin el nivel de formalización de los textos científicos. El género típico de este tipo es el ensayo.

• Textos literarios: son todos aquellos en los que se manifiesta la función poética, ya sea como elemento fundamental (como en la poesía) o secundario (como en determinados textos históricos o didácticos). Son géneros literarios: la poesía, la novela, el cuento o relato, el teatro y el ensayo literario (incluidos los mitos). Se clasifican en: narrativo, líricos, y dramáticos.

• Textos publicitarios: es un tipo de texto especial, cuya función es convencer al lector acerca de las cualidades de un artículo de consumo, e incitarlo al consumo de dicho artículo. Esta necesidad de atraer la atención del lector hace que el texto publicitario emplee generalmente recursos como la combinación de palabra e imagen, los juegos de palabras, los eslóganes o las tipografía llamativas. El género publicitario fundamental es el anuncio.

• Textos digitales: textos cuya aparición ha sido provocada por las nuevas tecnologías, dando lugar a textos inexistentes en el mundo analógico y que presentan sus propias características. Algunos ejemplos de estos tipos de texto son: los blogs, los SMS, los chat, las páginas web, los tweets, los microbloggings, etc.

jueves, 10 de septiembre de 2015

BAJTIN

Este linguista ruso elabora una teoría sobre el carácter dialógico del lenguaje en un intento por fundar una linguística del habla, internándose en un objeto de estudio que Saussure no abordó. Para ello produce la noción de enunciado, limitado por su género de discurso, siempre orientado hacia un interlocutor y atravesado por valoraciones histórico-ideológicas. De esto se desprende una teoría de las relaciones humanas, para la cual es la mirada del otro la que otorga sentido a la propia existencia de un sujeto y la completa. En el diálogo, la voz de ese otro constituye a su semejante a través de la palabra propia, configurando una mirada donde el sujeto se reconoce en el otro tanto en las afinidades como en las disidencias. Bajtín plantea que el carácter dialógico del lenguaje puede ser ahogado o disimulado por un uso de carácter autoritario y monológico.


Los discursos que se producen cotidianamente en cada situación de la vida están configurados por ciertas pautas generales socialmente establecidas que forman tipos de discursos. A estos tipos generales Bajtín los denomina "géneros discursivos" definidos como conjuntos estables de enunciados que dependen de cada esfera de la actividad humana, caracterizados por una composición, estructura u orden del material discursivo, un estilo o recursos gramaticales y léxicos y un tema o contenido. En otros términos, cada esfera de la praxis produce un uso concreto de la lengua, con tipos estables de enunciados que al encadenarse entre sí, conforman la discursividad.

Bajtín clasifica a los géneros en simples o primarios, cuando se trata de comunicaciones directas, espontáneas y presenciales como las cotidianas (conversaciones familiares, diálogos de trabajo); y géneros compuestos o secundarios cuando la comunicación es indirecta, requiere de tecnología y el discurso se reelabora mediante la utilización de géneros primarios (conferencia, novela, investigación científica, medios masivos).

Este autor plantea que el signo no sólo refleja un sentido sino que refracta sentidos, es la “arena” donde transcurre el combate social entre intereses económicos y culturales. Una palabra viva no es un sonido-lugar en una estructura, un hecho de la lengua: las palabras no son neutras y sin connotación afectiva, moral o política, sino que constituyen hechos del habla, parte del torrente de la vida. Para Bajtín, a diferencia de Saussure, el signo no es una abstracción definida por una posición y diferencia asociado a un fonema, sino un hecho material, concreto e histórico.

calendario

Primer parcial de comisión: 

semana del lunes 28 de

septiembre al viernes 2 de octubre.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Más sobre PEIRCE

Este autor afirma que nunca ha estado en su poder estudiar nada (matemática, metafísica, gravitación, termodinámica, óptica, química, anatomía, astronomía, psicología, economía, vitivinicultura, historia de la ciencia) que no fuera considerado como un estudio semiótico.


Para Peirce la lengua no es el modelo de su análisis, ésta forma parte de un proceso mayor, como lo son el pensamiento y el razonamiento, que permiten reconocer la existencia de signos. Las cosas que se nombran son, antes que nada, signos que desencadenan mecanismos de razonamiento en donde “algo” se encuentra en lugar de otra cosa: un nombre ocupa el lugar de la cosa y ese nombre a su vez permite que se lo interprete, que se lo traduzca en otros signos y así sucesivamente. Para este los signos determinan acciones y conductas: el significado se extrae no internamente del signo, sino externamente a partir de la acción que el signo provoca.

Peirce afirma que ningún conocimiento posee una significación intelectual por lo que es en sí mismo, sino sólo por los efectos que provocará sobre otros pensamientos. La existencia de un conocimiento no es sólo algo actual, sino que consiste en que bajo ciertas circunstancias, algún otro conocimiento pueda tener lugar (semiosis).

Es por ello que plantea que la semiótica busca explicar el universo en su extensión y mostrar qué hay de inteligible y razonable en él. Esta disciplina por lo tanto se encarga de desentrañar la afirmación (un postulado que sin embargo puede no ser completamente verdad) de que el proceso de la naturaleza y el proceso del pensamiento son similares.

Peirce plantea que hasta este punto en la evolución del mundo, todo lo que los sujetos tienen es posibilidad de un real, primeridad; nada es aún real, no hay aún segundidad. Sin embargo, la posibilidad o la potencialidad del caos, es la misma actualización, y el segundo gran paso en la evolución es que el mundo de la actualidad emerge del mundo de las cualidades: el de la segundidad es un mundo de hechos y sucesos, cuya existencia consiste en la mutua interacción de las cualidades, ahora actualizadas. Pero el mundo aún no incluye la terceridad o la ley:

La transición a un mundo de terceridad, el tercer gran paso en la evolución, es el resultado de la tendencia a adquirir hábitos, es la tendencia inherente en el mundo de los sucesos: la ocurrencia de los eventos singulares, establece una tendencia, y la recurrencia de eventos de este tipo, puede llevar a uniformidades de escala mayor (leyes), y a la emergencia de todas las uniformidades, desde el tiempo y espacio a la materia física, las leyes de la naturaleza e incluso las dinámicas de lo social, que pueden explicarse como el resultado de la tendencia universal a habituarse. Peirce consideraba esta rendición del azar y la libertad ante el hábito y la ley como el crecimiento tendiente a una concreta razonabilidad, es decir, la terceridad, aunque alertaba acerca del fin de la historia marcado por una posible cristalización del pensamiento, que se podría convertir completamente en el gobierno de la ley y sin ningún residuo de espontaneidad y creatividad (la verdadera razonabilidad concreta), planteando la necesidad de algún elemento de libertad y originalidad que persista en un universo que alcance un estado de equilibrio entre la ley y el azar.

Para este autor un signo debe cumplir ciertas condiciones para que pueda ser considerado como tal, lo que constituye la base de su teoría acerca de las categorías:
- “algo” tiene alguna cualidad y por tanto puede ser percibido;
- “algo” está en relación con algún existente, lo que constituye un hecho singular;
- “algo” debe ser comprendido o incluso traducido por “algo”, lo que origina un interpretante que articule el sentido original y la referencia: es una relación de pensamiento y su naturaleza es la de las leyes.

¿QUÉ ES UN SIGNO? por Charles S. Peirce


§1. Esta es una cuestión esencial, ya que todo razonamiento es interpretación de signos de algún tipo. Pero es también una pregunta muy difícil, que exige una profunda reflexión.
Es necesario reconocer tres estados mentales diferentes.
Primero, imagina a una persona en un estado de somnolencia. Supongamos que no está pensando en nada más que en el color rojo. Tampoco está pensando acerca de él, esto es, no se pregunta ni se responde a ninguna cuestión sobre él, ni siquiera se dice a sí mismo que le gusta, sino que simplemente lo contempla tal y como su imaginación se lo presenta. Quizás cuando se canse del rojo, cambie a algún otro color, -por ejemplo, un azul turquesa- o a un color rosa; - pero si lo hace así, lo hará por el juego de la imaginación sin ninguna razón y sin ninguna coacción. Esto es lo más cerca que se puede estar de un estado mental en el que algo está presente, sin coacción y sin razón; se llama Sensación. Excepto en la hora en la que se está medio despierto, nadie está realmente en un estado de sensación puro y simple. Pero siempre que estamos despiertos, algo se presenta ante nuestra mente, y lo que se presenta, sin referencia a ninguna coacción o razón, es la sensación.

Segundo, imagina que nuestro soñador oye repentinamente un silbato de barco de vapor alto y prolongado. En el instante en que comienza a escucharlo, se sobresalta. Instintivamente trata de escapar; sus manos se dirigen a sus oídos. No es tanto que sea desagradable sino que ejerce gran fuerza sobre él. La resistencia instintiva es una parte necesaria de ello: el hombre no sería consciente de que su voluntad había resistido, si no tuviera la auto-afirmación de resistirse. Es lo mismo que cuando nos esforzamos frente a la resistencia exterior; si no fuera por esa resistencia no tendríamos nada sobre lo que pudiéramos ejercitar la fuerza. Este sentido de actuar y de que algo actúe sobre nosotros, que es nuestro sentido de la realidad de las cosas, -tanto de las cosas exteriores como de nosotros mismos-, puede ser llamado el sentido de Reacción. No reside en ninguna Sensación; corresponde a la ruptura de una sensación por otra sensación. Esencialmente implica dos cosas que actúan una sobre otra.

Tercero, imaginemos que nuestro soñador ahora está despierto, incapaz de evitar el penetrante sonido, se pone en pie de un salto y trata de escaparse por la puerta, que supondremos que había sido cerrada con un portazo precisamente cuando el silbido comenzó. Pero digamos que el silbido cesa en el instante en que nuestro hombre abre la puerta. Mucho más aliviado, piensa en volver a su sitio, y así cierra la puerta otra vez. Sin embargo, tan pronto como lo hace el silbido vuelve a empezar. Se pregunta a sí mismo si el cerrar la puerta tiene algo que ver con esto; y una vez más abre la misteriosa puerta. En cuanto la abre el sonido cesa. Está entonces en el tercer estado mental: está PENSANDO. Esto es, es consciente de que está aprendiendo, o de que experimenta un proceso por el que se descubre que un fenómeno está gobernado por una regla, o que tiene una manera general de comportarse que puede llegar a ser conocible. Descubre que una acción es la manera, o el medio, de producir otro resultado. Este tercer estado mental es completamente diferente de los otros dos. En el segundo había solamente un sentido de fuerza bruta; ahora hay un sentido de estar gobernado por una regla general. En la Reacción están implicadas sólo dos cosas; pero en el estar gobernado hay una tercera cosa que es un medio para un fin. La misma palabra medio significa algo que está en el medio entre otros dos. Además, este tercer estado mental, o Pensamiento, tiene un sentido de aprendizaje, y el aprendizaje es el medio por el pasamos de la ignorancia al conocimiento. Así  como el sentido más rudimentario de la Reacción implica dos estados de Sensación, también descubriremos que el Pensamiento más rudimentario implica tres estados de Sensación.

Conforme avanzamos en el tema, estas ideas, que parecen vagas la primera vez que las vislumbramos, empezarán a hacerse más y más claras; y su gran importancia se impondrá también a nuestras mentes.

§2. Hay tres clases de interés que podemos tener en una cosa. Primero, podemos tener un interés primario en la cosa por sí misma. Segundo, podemos tener un interés secundario en ella a causa de sus reacciones con otras cosas. Tercero, podemos tener un interés mediador en ella, en tanto que transmite a la mente una idea sobre una cosa. En tanto que lo hace así es un signo o representación.

§3. Hay tres clases de signos. En primer lugar, hay semejanzas o iconos; que sirven para transmitir ideas de las cosas que representan simplemente imitándolas. En segundo lugar, hay indicaciones o índices; que muestran algo sobre las cosas por estar físicamente conectados con ellas. Tal es un poste indicador, que indica la carretera a seguir, o un pronombre relativo, que está situado justo después del nombre de la cosa que pretende denotar, o una exclamación vocativa, como "¡Eh! ¡Oye!", que actúa sobre los nervios de la persona a la que se dirige y la obliga a prestar atención. En tercer lugar, hay símbolos, o signos generales, que han sido asociados con su significado por el uso. Tales son la mayor parte de las palabras, y las frases, y el discurso, y los libros, y las bibliotecas.
Consideremos estos distintos usos de las tres clases de signos más detenidamente.

§4Semejanzas. Las fotografías, especialmente las fotografías instantáneas, son muy instructivas, porque sabemos que en ciertos aspectos son exactamente como los objetos que representan. Pero este parecido es debido a que las fotografías son producidas bajo tales circunstancias que están físicamente obligadas a corresponder punto por punto a la naturaleza. En este sentido, pues, pertenecen a la segunda clase de signos, los de la conexión física. El caso es diferente si yo supongo que las cebras son probablemente obstinadas, o animales desagradables de algún otro modo, porque parecen tener un parecido general con los burros y los burros son tercos. Aquí el burro funciona precisamente como una semejanza probable con la cebra. Es verdad que suponemos que el parecido tiene una causa física en la herencia; pero entonces, esta afinidad heredada es en sí misma sólo una inferencia a partir de la semejanza entre los dos animales, y no tenemos (como en el caso de la fotografía) ningún conocimiento independiente de las circunstancias de producción de las dos especies. Otro ejemplo del uso de una semejanza es el diseño que un artista hace de una estatua, de una composición pictórica, de una construcción arquitectónica, o de una pieza de decoración, y, al contemplarlo, puede averiguar si lo que propone será bello y satisfactorio. La pregunta realizada se contesta, pues, casi con certeza porque tiene que ver con cómo el propio artista será afectado. El razonamiento de los matemáticos resultará estar basado principalmente en el uso de las semejanzas, que son los auténticos goznes de las puertas de su ciencia. La utilidad de las semejanzas para los matemáticos consiste en que sugieren, de una manera muy precisa, aspectos nuevos de supuestos estados de cosas. En la intercomunicación las semejanzas son también bastante indispensables. Imagina a dos hombres que no hablan la misma lengua reunidos en un lugar remoto lejos del resto de la humanidad. Tienen que comunicarse, pero ¿cómo lo harán? Por la imitación de sonidos, por la imitación de gestos y por dibujos. Éstas son las tres clases de semejanzas. Es cierto que también usarán otros signos, indicaciones con los dedos, y otros parecidos. Pero, después de todo, las semejanzas serán los únicos medios de describir las cualidades de las cosas y de las acciones que tienen en mente. El lenguaje rudimentario, cuando los hombres comenzaron a hablar por primera vez, debió de consistir en su mayor parte en palabras directamente imitadoras, o en nombres convencionales que asignaban a dibujos. El lenguaje egipcio es un lenguaje excesivamente tosco.

Fue, por lo que sabemos, el primero en ser escrito, y la escritura es toda a través de dibujos. Algunos de estos dibujos llegaron a representar sonidos, -letras y sílabas-. Pero otros representan directamente ideas. No son nombres, no son verbos; son simplemente ideas pictóricas.

§5. Indicaciones. Pero los dibujos solos, -semejanzas puras-, nunca pueden transmitir la más mínima información. De este modo la figura 3 sugiere una rueda. Pero le deja al espectador la incertidumbre de si es  una copia de algo realmente existente o un mero juego de la imaginación. Lo mismo es verdadero a cerca del lenguaje general y de todos los símbolos. Ninguna combinación de palabras (excluyendo los nombres propios, y en ausencia de gestos u otras concomitancias indicativas del habla) puede transmitir la más mínima  información. Esto puede sonar paradójico; pero el siguiente pequeño diálogo imaginario mostrará hasta qué punto es verdad:

Dos hombres, A y B, se encuentran en una camino comarcal, cuando tiene lugar la siguiente conversación.

B. El propietario de esa casa es el hombre más rico de estos lugares.
A. ¿Qué casa?
B. ¿Acaso no ves una casa a tu derecha, más o menos a siete kilómetros de distancia, sobre una colina?
A. Si, creo que puedo divisarla.
B. Muy bien, esa es la casa.

De este modo, A ha adquirido información. Pero si camina hasta un pueblo distante y dice "el propietario de  una casa es el hombre más rico de esos lugares", la observación no se referirá a nada, a menos que le explique a su interlocutor cómo proceder desde donde está para encontrar ese distrito y esa casa. Sin eso no indica de qué está hablando. Para identificar un objeto, generalmente indicamos su lugar y determinamos un tiempo; y en cualquier caso debe mostrarse cómo puede conectarse una experiencia suya con la experiencia previa del oyente. Para determinar un tiempo debemos calcularlo a partir de una época conocida, -ya sea el momento presente, o el supuesto nacimiento de Cristo, o algo similar-. Cuando decimos que la época debe ser conocida, queremos decir que debe estar conectada con la experiencia del oyente. Tenemos también que calcular en unidades de tiempo; y no hay manera de saber qué unidad nos proponemos usar a menos que apelemos a la experiencia del oyente. De igual modo, no puede describirse ningún lugar a no ser por referencia a algún lugar conocido; y la unidad de distancia usada debe definirse por  referencia a alguna barra o algún objeto que la gente pueda usar realmente, directa o indirectamente, para medir. Es cierto que un mapa es muy útil para designar un lugar; y un mapa es un tipo de dibujo. Pero a menos que el mapa tenga una marca de una localidad conocida, y la escala de millas, y los puntos de la brújula, no mostraría mejor dónde se encuentra un lugar que lo que muestra el mapa la situación de Brobdingnag en Los viajes de Gulliver (1). Es cierto que si se encontrara una nueva isla, digamos en el Océano Ártico, su situación podría ser indicada de forma aproximada en un mapa que no tuviese letras, meridianos ni paralelos; ya que los trazados familiares de Islandia, Nueva Zemla, Groenlandia, etc. servirían para indicar su posición. En tal caso, nos serviríamos de nuestro conocimiento de que no hay otro lugar en el que algún ser de este mundo sea capaz de hacer un mapa de lo que tiene trazados como esos de las tierras árticas. Esta experiencia del mundo en el que vivimos hace que el mapa sea algo más que un mero icono y le confiere los caracteres añadidos de un índice. De este modo es cierto que uno y el mismo signo puede ser al mismo tiempo una semejanza y una indicación. Aun así, las funciones de estos tipos de signos son totalmente diferentes. Puede objetarse que tanto las semejanzas como los índices se basan en la experiencia, que una imagen del rojo carece de significado para una persona ciega, tanto como la de la pasión erótica para el niño. Pero éstas son realmente objeciones que ayudan a la distinción; ya que no es la experiencia, sino la capacidad para la experiencia, lo que muestran que es requisito para una semejanza; y este requisito lo es, no para que la semejanza sea interpretada, sino para que sea presentada a los sentidos. Muy diferente es el caso de una persona sin una experiencia previa y de otra con una experiencia previa que se encuentran al mismo hombre y advierten las mismas peculiaridades, que indican una historia completa al hombre con experiencia previa, pero que no revelan nada al hombre no experimentado.

Examinemos algunos ejemplos de indicaciones. Veo un hombre que se balancea al andar. Ésta es una indicación probable de que es un marinero. Veo un hombre con las piernas arqueadas con pantalones de pana, polainas y una chaqueta. Éstas son indicaciones probables de que es un jockey o algo parecido. Una veleta indica la dirección del viento. Un reloj de sol o un reloj indican la hora del día. Los geómetras colocan letras en diferentes partes de sus diagramas y luego usan esas letras para indicar esas partes. Las letras son usadas de modo similar por los abogados y por otros. De este modo podemos decir: Si A y B están casados y C es su hijo, mientras que D es el hermano de A, entonces D es el tío de C. Aquí A, B, C y D cumplen la función de pronombres relativos, pero su uso es más conveniente ya que no requiere ninguna colocación especial de las palabras. Un golpe en la puerta es una indicación. Todo lo que centra la atención es una indicación. Todo lo que nos sorprende es una indicación, en tanto en cuanto marca la unión de dos porciones de experiencia. De este modo un rayo tremendo indica que ocurrió algo considerable ocurrió, aunque puede que no sepamos de un modo preciso de qué acontecimiento se trataba. Pero puede esperarse que se conecte con alguna otra experiencia.

§6. Símbolos. La palabra símbolo tiene tantos significados que sería una ofensa al lenguaje añadirle otro nuevo. No pienso que el significado que yo le doy, el de un signo convencional, o el de uno que depende de un hábito (adquirido o innato), sea tanto un nuevo significado como un regreso al significado original. Etimológicamente significaría una cosa unida a otra, igual que el embolon (embolum) es una cosa que entra en algo, un cilindro, y el parabolon (parabolum) es una cosa que está fuera, la seguridad colateral, y el upobolon (hypobolum) es una cosa que está colocada debajo, un regalo prenupcial. Usualmente se dice que en la palabra símbolo hay que entender el unir en el sentido de conjetura; pero si ese fuera el caso, deberíamos descubrir que algunas veces, por lo menos, significó una conjetura, un significado que puede buscarse en vano en la literatura. Pero los griegos usaban con mucha frecuencia "unir" (sumballein) para significar el hacer un contrato o un acuerdo. Luego, encontramos el símbolo (sumbolon) usado antiguamente y a menudo para significar un acuerdo o un contrato. Aristóteles llama al nombre "símbolo", esto es, signo convencional. En Grecia, un reloj de fuego es un "símbolo", esto es, una señal acordada; un estandarte o una bandera es un "símbolo", una contraseña es un "símbolo", una insignia es un "símbolo"; el credo de una iglesia se llama símbolo, porque sirve como insignia o lema; una entrada de teatro se llama "símbolo"; todo ticket o cheque que le da a uno derecho a recibir algo es un "símbolo". Además, toda expresión de sentimiento se llamó un "símbolo". Tales fueron los principales significados de la palabra en el lenguaje original. El lector juzgará si son suficientes para justificar mi afirmación de que no estoy forzando seriamente la palabra al emplearla como estoy proponiendo hacerlo.

Toda palabra corriente, como "dar", "pájaro", "matrimonio", es un ejemplo de un símbolo. Es aplicable a todo lo que puede encontrarse que realiza la idea conectada con la palabra; no identifica, por sí misma, esas cosas. No nos muestra un pájaro, ni realiza delante de nuestros ojos una donación ni un matrimonio, pero se supone que somos capaces de imaginar esas cosas, y de haber asociado la palabra con ellas.

(1) El libro II de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift se abre con un mapa imaginario de Brobdingnag que se va convirtiendo en un mapa de la costa del Pacífico Norte Americano.

(Este trabajo, compuesto probablemente a principios de 1894, fue originalmente el primer capítulo de un libro titulado "El arte de razonar", pero luego resultó ser el segundo capítulo del multivolumen de Peirce "Cómo razonar: Una crítica de los argumentos" (también conocida como "La gran lógica").] En esta selección Peirce ofrece una explicación de los signos basada en un análisis de la experiencia consciente tomando como punto de partida sus tres categorías universales. Estudia las tres clases principales de signos -iconos, índices y símbolos- y pone muchos ejemplos. Sostiene, como había hecho anteriormente, que el razonamiento debe implicar estas tres clases de signos, y afirma que el arte del razonar es el arte de ordenar signos, enfatizando así la relación entre lógica y semiótica.)