2. Deícticos (shifters, embragues)
Los deícticos son las unidades lingüísticas cuyo funcionamiento semántico-referencial (selección
en la codificación, interpretación en la decodificación) implica tomar en consideración
algunos de los elementos constitutivos de la situación de comunicación:
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• el papel que desempeñan los actantes del enunciado en el proceso de la enunciación;
• la situación espacio-temporal del locutor y, eventualmente, del alocutario.
El término deixis proviene de una palabra griega que significa “mostrar" o “indicar", y se
utiliza en lingüística para referirse a la función de los pronombres personales y demostrativos,
de los tiempos y de un abanico de rasgos gramaticales y léxicos que vinculan los enunciados con
las coordenadas espacio-temporales del acto de enunciación. Los términos “ostensivo", “deíctico",
“demostrativo" se basan en la idea de identificar o de hacer ver mostrando (para Peirce son
símbolos indiciales). Los términos “shifter" o “embrague" ponen el acento en el hecho de que estas
unidades vinculan el enunciado con la enunciación.
Adaptación de John Lyons, Semantics II, Londres,
Cambridge UP, 1977.
a) Personas
Los pronombres personales (y los posesivos, que amalgaman en la superficie un artículo
definido y un pronombre personal en posición de complemento del nombre) son los más evidentes
y mejor conocidos de los deícticos.
En efecto, para recibir un contenido referencial preciso, los pronombres personales exigen
del receptor que tome en cuenta la situación de comunicación de manera:
• necesaria y suficiente en el caso de “yo" y de “tú" (tú/vos/usted), que son deícticos puros;
• necesaria pero no suficiente en el caso de “él", ellos", “ella" y “ellas", que son a la vez
deícticos (negativamente: indican simplemente que el individuo que denotan no funciona
ni como locutor ni como alocutario) y representantes (exigen un antecedente lingüístico,
que puede estar implícito en virtud de ciertas determinaciones situacionales).
El problema de los pronombres plurales
"Nosotros" no corresponde nunca, salvo en situaciones muy marginales como el recitado
o la redacción colectivos, a un “yo" plural. Su contenido se puede definir de la siguiente forma:
El “nosotros" inclusivo es puramente deíctico. En cambio, cuando conlleva un elemento
de tercera persona, debe acompañar al pronombre un sintagma nominal que funcione como
antecedente del elemento “él" incluido en el “nosotros" (el antecedente en general es inútil
cuando el “nosotros" es de extensión máxima).
Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni,
L'enonciation. De la subjetivité dans le langage,
París, Armand Colin, 1980.
Observaciones
• El “tú genérico": tiene por función “personalizar" enunciados impersonales (o que se se
construyen habitualmente con el indefinido “uno")
"Frente a un problema de este tipo no se sabe cómo reaccionar" /
“... uno no sabe ..." / “... no sabés ..." / “... usted no sabe ..."
Así se mantiene una relación viviente con la situación de enunciación dentro de un
enunciado que, sin embargo, es general. El alocutario es integrado como beneficiario o
víctima del proceso: “Con este auto te sentís como un príncipe", “Te desesperás cuando
lo ves".
• No-persona y jerarquía: el uso de la no-persona (él, ella), en lugar de la segunda, constituye
la marca lingüística del extremo respeto: “La señora está servida", “Su
excelencia...". Al no utilizar ni “vos" ni “usted", el locutor se excluye de la reciprocidad
del intercambio lingüístico, se dirige a alguien pero no lo constituye en alocutario.
• Los seres que no hablan: uno se ve obligado a veces a hablar a los bebés o a los animales
domésticos, ya que participan de nuestra intimidad, pero sabiendo que no podrán responder,
que no son interlocutores completos. De allí el procedimiento que consiste en
utilizar yo, nosotros, él o ella en lugar de la segunda persona: “Qué elegante que estoy",
“¡No sabemos nada todavía!", “Es tan dulce mi chiquito”. Lo esencial es subvertir la reciprocidad,
ya sea haciendo asumir sus palabras por el alocutario (empleo de la primera persona),
ya sea hablando del alocutario en tercera persona como si fuera exterior a la esfera
de la locución.
Un uso paralelo del nosotros aparece cuando un superior se dirige a un inferior: “¡Andamos
mejor hoy!” (médico a enfermo), “¿Otra vez llegamos tarde?” (profesor a alumno).
• Vos/usted: el vos se opone al usted como una forma de familiaridad, de igualdad a una forma
de distancia, de cortesía. El empleo de vos o de usted no es, sin embargo, unívoco y
debe ser referido a contextos sociales determinados, a las convenciones del grupo social en
el cual se inscribe el enunciado.
• Personas y tipos de discurso: cuando se aborda el dominio de los diferentes tipos de discurso
se encuentran sistemas más o menos rígidos de restricciones específicas para el empleo
de las personas. Un caso interesante es el nosotros “de autor” utilizado particularmente
en las obras didácticas: “Ya hemos visto...”, “Tenemos que demostrar ahora...”. El
nosotros permite integrar al destinatario: enunciador y enunciatario asumen en común el
texto del manual. Pero también permite que el enunciador no aparezca como un individuo
que habla en nombre propio sino como representante de la comunidad científica, como delegado
de una comunidad investida de la autoridad de un saber.
Adaptación de Dominique Maingueneau,
Approche de l’énonciation en linguistique française,
París, Hachette, 1981.
Los apelativos
Cuando un término del léxico es empleado en el discurso para mencionar a una persona,
se convierte en apelativo. Existen apelativos usuales: los pronombres personales, los nombres
propios, algunos sustantivos comunes, los títulos (“mi general”), algunos términos de relación
(“camarada”, “compañero”), los términos de parentesco, los términos que designan a un ser
humano (“muchachita”). Otros términos, empleados metafóricamente para designar a un ser
humano constituyen igualmente apelativos usuales (“mi gatito”); también algunos adjetivos
son empleados con la misma función (“mi querido”). Los apelativos se usan como la primera,
segunda y tercera persona del verbo para designar la persona que habla (el locutor), aquella a
quien se habla (el alocutario) y aquella de la cual se habla (el delocutor). Se los llama, respectivamente,
locutivos, alocutivos (o vocativos) y delocutivos.
Todo apelativo:
• tiene un carácter deíctico, ya que permite la identificación de un referente, con la
ayuda de todas las indicaciones que puede aportar la situación;
• tiene un carácter predicativo, pues el sentido del apelativo elegido, incluso si es pobre,
permite efectuar una segunda predicación, sobreentendida, que remite a la relación
social del locutor con la persona designada;
• manifiesta las relaciones sociales, y por eso permite efectuar una segunda predicación,
sobreentendida, que remite a la relación social del locutor con la persona designada.
El vocativo en particular:
• Llama la atención del alocutario por la mención de un término que le designa, y le indica
que el discurso se dirige a él. Por el término elegido, el locutor indica también qué
relación tiene con él y le atribuye una caracterización y un rol que tienden a hacerle
interpretar el discurso de cierta manera: “compañeros”, “argentinos”, “ciudadanos”,
“hijos valientes de la patria”. A veces el vocativo constituye un “enunciado”: “El que
toca el bombo”.
• La predicación efectuada con la ayuda del sentido de la palabra constituye un juicio acerca
del alocutario. El juicio es fácilmente reconocible en las injurias vocativas, donde constituye
la principal motivación de la enunciación del vocativo. La riqueza semántica varía
en función de la riqueza del léxico de los apelativos usuales. Pero apelativos inusuales
son también posibles, ya que el léxico injurioso constituye una serie léxica abierta.
• La enunciación de un vocativo predica una relación social que puede ser conforme a la
relación considerada determinante, como no serlo, y puede tener entonces como única motivación la predicación de esta relación. Se llama en general constitutiva toda predicación
de una relación que no ha sido nombrada antes, incluso si se espera que sea predicada
de esa manera.
Adaptación de Delphine Perret, “Les appellatifs”,
Langages, 17, 1970.
b) Localización espacial
Se pueden distinguir dos casos principales:
1. Los demostrativos espaciales, estructurados según un sistema ternario:
• aquí/acá (próximo al hablante)
• ahí (próximo al oyente)
• allí/allá (en el campo de referencia de la 3ª persona, el no-interlocutor)
2. Los adverbios, de los que analizaremos algunos casos importantes.
a) Cerca (de X) / lejos (de X): cuando no está expresado en el contexto, el lugar que representan
es el que coincide con la ubicación del hablante (“¿Está lejos tu casa?”).
b) Delante de / detrás de - a la izquierda / a la derecha: pueden tener referencia deíctica y
no deíctica; la referencia deíctica ocurre cuando el objeto no tiene una orientación
definida. “El sillón está delante de la mesa” significa que el sillón está ubicado entre
el hablante y la mesa; en cambio, “La locomotora está delante del tren” significa
que se encuentra (lógicamente) precediendo al primer vagón y en la dirección en
que el tren se desplaza, sin importar la ubicación del hablante en este caso: es una
referencia no deíctica. “Colocate a la izquierda de Juan” es no deíctico, significa ‘del
lado del brazo izquierdo de Juan’. A la inversa: “Colocate a la izquierda del árbol” es
deíctica, en tanto la ‘izquierda del árbol’ se sitúa en referencia a la posición del hablante.
3. Una tercera posibilidad existe en el empleo de los verbos ir y venir. En algunos casos, se
oponen por los rasgos de acercamiento/alejamiento. Por ejemplo: “Juan va/viene al centro
todos los días”. En este caso, el hablante no está (va) o está (viene) en el centro en la
instancia de enunciación.
Es distinto cuando estos verbos se combinan con una referencia temporal y/o una indicación
de lugar que no sean simultáneas con la instancia de enunciación. Es posible decir:
“Venga acá”, “Vas a venir acá”, “Voy a tu casa”, “Viniste aquí ayer”; pero no:
*“Vaya acá”, *“Vas a ir acá”, *“Vengo hacia tu casa”, *”Fuiste aquí ayer”.
Son intercambiables cuando el lugar en que se encuentra el locutor en el tiempo indicado
por el verbo es el mismo que el que contiene la emisión: “Vino/fue a la conferencia”
(a la que fui yo).
En resumen, ir se puede emplear en todas las situaciones, excepto cuando el oyente se desplaza
(en cualquier tiempo) hacia el lugar en que se encuentra el hablante en el momento
de la enunciación. Venir se emplea en el caso en que el oyente se desplaza hacia el lugar en
que se encuentra el hablante en el momento de la enunciación o se encontraba/encontrará
en el momento del hecho enunciado.
c) Localización temporal
Expresar el tiempo significa localizar un acontecimiento sobre el eje antes/después con
respecto a un momento (T) tomado como referencia. Según los casos, T puede corresponder a:
1. Una determinada fecha, tomada como referencia en razón de su importancia histórica
para una determinada civilización (por ejemplo, el nacimiento de Cristo).
2. T1, un momento inscripto en el contexto verbal; se trata entonces de referencia cotextual:
“Juan llegó dos días después”.
3. T0, el momento de la instancia enunciativa; referencia deíctica: “Juan llegó antes de
ayer”.
En español, la localización temporal se realiza en el doble juego de las formas temporales
de la conjugación verbal, que explota casi exclusivamente el sistema de localización deíctica, y
de los adverbios y locuciones adverbiales, que se reparten muy parejamente entre la clase de
deícticos y los relacionales o cotextuales.
Deícticos
Referencia: T0
Relativos al cotexto
Referencia: expresada en el cotexto
Simultaneidad en este momento, ahora en ese/aquel momento, entonces
Anterioridad ayer, anteayer, el otro día, la semana pasada,
hace un rato, recién*, recientemente
la víspera, la semana anterior, un rato antes,
un poco antes
Posterioridad mañana, pasado mañana, el año próximo,
dentro de dos días, desde ahora,
pronto, dentro de poco, en seguida*
al día siguiente, dos días después, al año siguiente,
dos días más tarde, desde entonces,
un poco después, a continuación
Neutros** hoy, el lunes (el lunes más próximo,
antes o después, a T0), esta mañana,
este verano
otro día
* No obstante, estos adverbios pueden –mucho más raramente– ser relativos al cotexto.
** Expresiones que son independientes a la oposición simultaneidad/anterioridad/posterioridad (“Hoy me aburro” / “Hoy
me aburrí” / “Hoy me voy a aburrir”) o a la oposición anterioridad/posterioridad (el lunes; otro día).
Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni,
L'enonciation. De la subjetivité dans le langage,
París, Armand Colin, 1980.
No basta con distinguir entre elementos deícticos y no deícticos. Hay que tener en cuenta
también el enfoque temporal, es decir, cómo el tiempo es considerado: se lo puede considerar
como una repetición, un punto o una duración.
Adaptación de Dominique Maingueneau,
Approche de l’énonciation en linguistique
française, París, Hachette, 1981.
El uso de los tiempos verbales
La elección de una forma de pasado, presente o futuro es de naturaleza eminentemente
deíctica. Aunque a menudo se los llame “tiempos absolutos” son, en realidad, deícticos, porque
el “tiempo pasado” es el proceso anterior a T0 y el “tiempo futuro” es el proceso posterior a T0.
Ahora bien, en cada esfera pasado/presente/futuro el emisor puede elegir la manera de
enfocar el proceso, al cual puede dilatar o puntualizar, considerar en su desarrollo o en su acabamiento, vinculado al pasado o, por el contrario, al presente. Esta elección no está automáticamente
determinada por los datos concretos de la situación de enunciación, sino que se debe
atribuir a lo que en sentido más amplio se llama subjetividad lingüística.
Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni,
L'enonciation. De la subjetivité dans le langage,
París, Armand Colin, 1980.