jueves, 26 de octubre de 2017

2do. parcial

Finalmente, el segundo parcial se llevará a cabo el viernes 17 de noviembre.

sábado, 21 de octubre de 2017

ENUNCIACION

La producción lingüística puede considerarse como un acto en cuyo transcurso las frases se actualizan asumidas por un locutor particular, en circunstancias espaciales y temporales precisas. No se entiende por enunciación el fenómeno físico de la emisión o la recepción del habla sino a los elementos que pertenecen al código de la lengua y cuyo sentido, sin embargo, depende de factores que varían de una enunciación a otra, por ejemplo el uso de las palabras "yo", "usted", "aquí", "ahora", etc. Lo que la lingüística retiene es la huella del proceso de enunciación en el enunciado. "Yo" designa a la persona que habla en este momento, en este lugar.


Los primeros elementos constitutivos de un proceso de enunciación son: el locutor, el que enuncia; y el alocutario, aquel a quien se dirige el enunciado. Ambos se denominan indiferentemente interlocutores. A partir de aquí se puede concebir a la organización de las formas lingüísticas indiciales de dos maneras, según se tomen como base categorías gramaticales (como los pronombres personales, demostrativos, tiempos verbales) o semánticas (como las indicaciones de tiempo y lugar o las modalidades).

La enunciación siempre está presente de una manera u otra en el interior de un enunciado; las diferentes formas de esta presencia, así como los grados de su intensidad, permiten crear una tipología de los discursos como el de un discurso centrado en el locutor (autobiografía, relato de un paciente) a un discurso organizado en torno al alocutario (publicidad, política).

(adaptado de Ducrot y Todorov “Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje”)

TEORIA DE LA ENUNCIACION

Las huellas lingüísticas de la enunciación en el enunciado


La problemática de la enunciación se aboca a la búsqueda de los procedimientos lingüísticos con los cuales el locutor imprime su marca al enunciado, cómo se inscribe en él, implícita o explícitamente, y se sitúa en relación a su enunciado.

Estas marcas o huellas son, por una parte frases, palabras, o entonaciones particulares (entre otros indicios) que permiten analizar en un enunciado cómo el locutor selecciona, destaca, u omite entidades de la situación comunicativa, denominadas DEÍCTICOS. Por otra parte, también son marcas para ser interpretadas las valoraciones que el locutor hace del mundo, denominadas SUBJETIVEMAS, o también las valoraciones que destine a su propio discurso, afirmaciones, dudas, certidumbres, etc, designadas como MODALIDADES.

Un deíctico es una frase o una palabra, capaz de indicar la situación de enunciación de un hablante. Son ejemplos de deícticos algunos pronombres personales, demostrativos, adverbios, verbos, etc.

Los subjetivemas se expresan a través de ciertas frases y palabras, manifestando la valoración que el hablante realiza durante su enunciación, respecto de ciertos hechos u objetos del mundo, evaluación que puede ser positiva o negativa. Es así que cuando el sujeto de la enunciación debe verbalizar un referente determinado, al seleccionar las unidades léxicas que le posibilita el lenguaje, se enfrenta a dos opciones: o bien producir un discurso objetivo o bien un discurso subjetivo, en el que se asume explícita o implícitamente como fuente evaluativa de la información.

A partir de los rasgos semánticos, afectivo y evaluativo, de los elementos léxicos, se elabora una clasificación de subjetivemas: sustantivos peyorativos y elogiosos; adjetivos evaluativos y afectivos; adverbios modalizadores; verbos. En cuanto a los verbos, su análisis implica distinguir: ¿quién efectúa el juicio evaluativo?; ¿qué es lo que se evalúa?

En cuanto a las modalidades, éstas se encuentran estrechamente relacionadas con las estrategias enunciativas que provocan efectos de sentido. Se pueden distinguir tres grandes clases: modalidades de la enunciación, del enunciado y del mensaje. Las modalidades de la enunciación corresponden a una relación interpersonal, social y exigen una relación entre los protagonistas de la comunicación.

Cada enunciado puede recibir solo una modalidad de la enunciación: interrogativa, declarativa, imperativa o exclamativa. Las modalidades del enunciado caracterizan la manera en que el hablante sitúa su enunciado en relación con la verdad, la falsedad, la probabilidad, la certidumbre, la verosimilitud o en relación con juicios apreciativos: lo feliz, lo triste, lo útil, etc. Las primeras se denominan lógicas y las segundas apreciativas. Por último, las modalidades del mensaje tienen que ver con un valor modalizador de ciertas transformaciones sintácticas, como por ejemplo la transformación de un enunciado en voz pasiva o la relación tema-rema.

sábado, 14 de octubre de 2017

1er. parcial - calificaciones

ARANDA 3
ARMAS 3
BIANCHI 8 +
CALZA 7
CATALANO 4
CATTINI 4
CENTURION 7
DE BRITO 9
DIAZ 3
GOITEA 2
HERNANDEZ 5
IRIZARRI 6 +
MEDINA 3
MORELLI 7 +
PACHECO 7
PAREDES 6
PEÑA 6
SALEM MEDINA 4
SAMPEDRO 5 +
SCORCIAPINO 7
SOMOZA 6
SPENCE 4
TOVAR 9
VELO 5
VIERING 6
VIGLINO 4

GONZALEZ 8 +

viernes, 13 de octubre de 2017

viernes 13 de octubre

por encontrarme con cuadro gripal, hoy no habrá clase de semio
nos veremos el martes
próximamente subo las notas

lunes, 2 de octubre de 2017

Enunciación. Subjetivemas.

“Subjetivemas”
Catherine Kerbrat-Orecchioni L'enonciation. De la subjetivité dans le langage, París, Armand Colin, 1980 (adaptación).

El sujeto de la enunciación, cuando debe verbalizar un referente cualquiera (real o imaginario), seleccionando ciertas unidades del repertorio de la lengua, se enfrenta a dos opciones:  el discurso objetivo, que intenta borrar toda huella del enunciador individual.  el discurso subjetivo, en el que el enunciador:  asume explícitamente su opinión: “Me parece horrible”.  se reconoce implícitamente como fuente evaluativa de la información: “Es horrible”. Los rasgos semánticos de los elementos léxicos que pueden considerarse subjetivos son los siguientes:  afectivo  evaluativo, que puede dividirse en dos:  axiológico, un rasgo bueno/malo, que afecta el objeto denotado y/o a un elemento asociado cotextualmente.  modalizador, que atribuye un rasgo del tipo verdadero/falso, también, en cierta forma, axiológico, ya que verdadero implica bueno. Consideraremos los elementos léxicos en sus clases tradicionales, para mostrar cómo se realizan estos rasgos. Sustantivos La mayor parte de los sustantivos afectivos y evaluativos son derivados de verbos o adjetivos, por lo que los consideraremos en el análisis de estos (amor/amar, belleza/bello, etc.). Hay, sin embargo, un cierto número de sustantivos no derivados, que se pueden clasificar dentro de los axiológicos como peyorativos (desvalorizadores) / elogiosos (valoralizadores):  El rasgo puede estar representado en un significante, mediante un sufijo: -acho: comunacho -ete: vejete -ucho: pueblucho  El rasgo axiológico está en el significado de la unidad léxica; no son fijos, sino que dependen de varios factores: fuerza ilocutiva, tono, contexto, etc. Por ejemplo: “La casa de José es una tapera”. “Tapera” tiene, casi siempre, el rasgo peyorativo, lo que no impide que alguien muestre su casa y diga: “¿Te gustó la tapera?”, donde el rasgo puede ser elogioso mediante la ironía. Por lo general, en todas las lenguas los sustantivos relacionados con lo escatológico o lo sexual tienen un rasgo peyorativo, aunque puede variar en ciertos contextos.  Adjetivos Se pueden dividir según los siguientes rasgos:  Afectivos: además de una propiedad del objeto enuncian una reacción emocional del hablante: “Fue una escena terrible”  Evaluativos no axiológicos: implican una evaluación cualitativa o cuantitativa del objeto, sin enunciar un juicio de valor o un compromiso afectivo del locutor. Su uso es relativo a la idea que tiene el hablante de la norma de evaluación para la categoría de objetos. “Esta casa es grande.” “El camino es bastante largo.”  Evaluativos axiológicos: además de la referencia a la clase de objetos al que se atribuye la propiedad, al sujeto de la enunciación y sus sistemas de evaluación, aplican al objeto un juicio de valor. “Se dirigió a mí un hombre ambicioso.” Adjetivos Objetivos Subjetivos soltero/casado macho/hembra adjetivos de color Afectivos Evaluativos desgarrador alegre patético No axiológicos Axiológicos grande ambicioso lejano caliente Adverbios Los más importantes de los adverbios subjetivos son los modalizadores. Se pueden clasificar en los siguientes términos: I) Modalizadores de la enunciación o del enunciado. a) de la enunciación: remiten a una actitud del hablante con respecto a su enunciado: “Francamente, no sé si vendré mañana.” b) del enunciado: remiten a un juicio sobre el sujeto del enunciado: “Posiblemente Juan no lo sepa.” II) Modalizadores que implican un juicio. a) de verdad: “Quizá pueda curarse pronto.” “Sin duda me casaré con ella.” 47 b) sobre la realidad: “En efecto, Juan no vino ayer.” “De hecho estuve totalmente equivocado.” Finalmente, se pueden mencionar los adverbios restrictivos y apreciativos: “Apenas me alcanzó para hacer la torta.” “Resultó casi perfecto.” Verbos Algunos verbos están marcados subjetivamente de forma muy clara (por ejemplo “gustar”). Su análisis implica una distinción triple: I) ¿Quién hace el juicio evaluativo? Puede ser: a) El emisor: es el caso de verbos del tipo pretender. b) Un actante o participante del proceso, por lo general el agente, que en algunos casos puede coincidir con el sujeto de la enunciación (“Deseo que…”). En esta medida, los ver - bos del tipo desear, querer, se incorporan en esta clase como subjetivos ocasionales. II) ¿Qué es lo que se evalúa? a) El proceso mismo y, al mismo tiempo, el agente: “X chilla”. b) El objeto del proceso, que puede ser: 1. una cosa o un individuo: “Detesto”. 2. un hecho, expresado mediante una proposición subordinada:“x desea que p”. III) ¿Cuál es la naturaleza del juicio evaluativo?Se formula esencialmente en términos de: a) bueno/malo: en el dominio de lo axiológico. b) verdadero/falso/incierto: es el dominio de la modalización. Verbos subjetivos ocasionales No implican un juicio evaluativo más que cuando están conjugados en primera persona (o cuando el agente del proceso coincide con el sujeto de enunciación). I) Tipo bueno/malo. a) Verbos de sentimiento: expresan una disposición favorable o desfavorable del agente del proceso frente a su objeto y, correlativamente, una evaluación positiva o negativa de este objeto: apreciar, ansiar, amar, odiar, detestar, temer, etc. b) Verbos que denotan un comportamiento verbal: alabar, denotar, censurar, elogiar. II) Tipo verdadero/falso/incierto. Se trata aquí de los verbos que denotan la manera como un agente aprehende una realidad perceptiva o intelectual: a esta aprehensión puede presentársela como más o me- 48 nos segura o, al contrario, como más o menos discutible (a los mismos ojos del agente cuya experiencia se narra). a) Verbos de percepción: “A Juan le parecía que el sol quemaba.” “Me parece que el sol quema.” b) Verbos de opinión (aprehensión intelectual): “Creo que tiene razón.” Verbos intrínsecamente subjetivos Implican una evaluación cuya fuente siempre es el sujeto de la enunciación. I) Tipo bueno/malo. La evaluación se refiere en primer lugar al proceso denotado (y, de contragolpe, a uno y/u otros de sus actantes): “Dejate de rebuznar.” Un verbo de este tipo implica una evaluación hecha por el emisor sobre el proceso denotado (y de rebote sobre el agente que es responsable de este proceso). II) Tipo verdadero/falso/incierto. a) Verbos de decir: 1. Cuando el emisor no prejuzga de la verdad/falsedad de los contenidos enunciados encontramos verbos del tipo decir, afirmar, declarar. Por ejemplo: “Juan afirmó que Pedro tenía razón”. 2. Cuando el emisor toma implícitamente posición encontramos verbos del tipo pretender, confesar, reconocer. Por ejemplo: “Juan pretendió que Pedro tenía razón”. b) Verbos de juzgar: 1. Cuando el emisor emplea la estructura “Juan critica a Pedro por lo que hizo” está admitiendo como verdadera la proposición “Pedro es responsable de haberlo hecho”. 2. Cuando el emisor emplea la estructura “Juan acusa a Pedro de haberlo hecho” no se pronuncia sobre la verdad de esta imputación. c) Verbos de opinión: enuncian una actitud intelectual de X frente a P, por ejemplo: imaginarse.

Enunciación. Deícticos

2. Deícticos (shifters, embragues)

Los deícticos son las unidades lingüísticas cuyo funcionamiento semántico-referencial (selección en la codificación, interpretación en la decodificación) implica tomar en consideración algunos de los elementos constitutivos de la situación de comunicación: 20 • el papel que desempeñan los actantes del enunciado en el proceso de la enunciación; • la situación espacio-temporal del locutor y, eventualmente, del alocutario. El término deixis proviene de una palabra griega que significa “mostrar" o “indicar", y se utiliza en lingüística para referirse a la función de los pronombres personales y demostrativos, de los tiempos y de un abanico de rasgos gramaticales y léxicos que vinculan los enunciados con las coordenadas espacio-temporales del acto de enunciación. Los términos “ostensivo", “deíctico", “demostrativo" se basan en la idea de identificar o de hacer ver mostrando (para Peirce son símbolos indiciales). Los términos “shifter" o “embrague" ponen el acento en el hecho de que estas unidades vinculan el enunciado con la enunciación.

Adaptación de John Lyons, Semantics II, Londres, Cambridge UP, 1977.

a) Personas Los pronombres personales (y los posesivos, que amalgaman en la superficie un artículo definido y un pronombre personal en posición de complemento del nombre) son los más evidentes y mejor conocidos de los deícticos. En efecto, para recibir un contenido referencial preciso, los pronombres personales exigen del receptor que tome en cuenta la situación de comunicación de manera: • necesaria y suficiente en el caso de “yo" y de “tú" (tú/vos/usted), que son deícticos puros; • necesaria pero no suficiente en el caso de “él", ellos", “ella" y “ellas", que son a la vez deícticos (negativamente: indican simplemente que el individuo que denotan no funciona ni como locutor ni como alocutario) y representantes (exigen un antecedente lingüístico, que puede estar implícito en virtud de ciertas determinaciones situacionales). El problema de los pronombres plurales "Nosotros" no corresponde nunca, salvo en situaciones muy marginales como el recitado o la redacción colectivos, a un “yo" plural. Su contenido se puede definir de la siguiente forma: El “nosotros" inclusivo es puramente deíctico. En cambio, cuando conlleva un elemento de tercera persona, debe acompañar al pronombre un sintagma nominal que funcione como antecedente del elemento “él" incluido en el “nosotros" (el antecedente en general es inútil cuando el “nosotros" es de extensión máxima).

Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni, L'enonciation. De la subjetivité dans le langage, París, Armand Colin, 1980.

Observaciones • El “tú genérico": tiene por función “personalizar" enunciados impersonales (o que se se construyen habitualmente con el indefinido “uno") "Frente a un problema de este tipo no se sabe cómo reaccionar" / “... uno no sabe ..." / “... no sabés ..." / “... usted no sabe ..." Así se mantiene una relación viviente con la situación de enunciación dentro de un enunciado que, sin embargo, es general. El alocutario es integrado como beneficiario o víctima del proceso: “Con este auto te sentís como un príncipe", “Te desesperás cuando lo ves". • No-persona y jerarquía: el uso de la no-persona (él, ella), en lugar de la segunda, constituye la marca lingüística del extremo respeto: “La señora está servida", “Su excelencia...". Al no utilizar ni “vos" ni “usted", el locutor se excluye de la reciprocidad del intercambio lingüístico, se dirige a alguien pero no lo constituye en alocutario. • Los seres que no hablan: uno se ve obligado a veces a hablar a los bebés o a los animales domésticos, ya que participan de nuestra intimidad, pero sabiendo que no podrán responder, que no son interlocutores completos. De allí el procedimiento que consiste en utilizar yo, nosotros, él o ella en lugar de la segunda persona: “Qué elegante que estoy", “¡No sabemos nada todavía!", “Es tan dulce mi chiquito”. Lo esencial es subvertir la reciprocidad, ya sea haciendo asumir sus palabras por el alocutario (empleo de la primera persona), ya sea hablando del alocutario en tercera persona como si fuera exterior a la esfera de la locución. Un uso paralelo del nosotros aparece cuando un superior se dirige a un inferior: “¡Andamos mejor hoy!” (médico a enfermo), “¿Otra vez llegamos tarde?” (profesor a alumno). • Vos/usted: el vos se opone al usted como una forma de familiaridad, de igualdad a una forma de distancia, de cortesía. El empleo de vos o de usted no es, sin embargo, unívoco y debe ser referido a contextos sociales determinados, a las convenciones del grupo social en el cual se inscribe el enunciado.

• Personas y tipos de discurso: cuando se aborda el dominio de los diferentes tipos de discurso se encuentran sistemas más o menos rígidos de restricciones específicas para el empleo de las personas. Un caso interesante es el nosotros “de autor” utilizado particularmente en las obras didácticas: “Ya hemos visto...”, “Tenemos que demostrar ahora...”. El nosotros permite integrar al destinatario: enunciador y enunciatario asumen en común el texto del manual. Pero también permite que el enunciador no aparezca como un individuo que habla en nombre propio sino como representante de la comunidad científica, como delegado de una comunidad investida de la autoridad de un saber.

Adaptación de Dominique Maingueneau, Approche de l’énonciation en linguistique française, París, Hachette, 1981.

Los apelativos

Cuando un término del léxico es empleado en el discurso para mencionar a una persona, se convierte en apelativo. Existen apelativos usuales: los pronombres personales, los nombres propios, algunos sustantivos comunes, los títulos (“mi general”), algunos términos de relación (“camarada”, “compañero”), los términos de parentesco, los términos que designan a un ser humano (“muchachita”). Otros términos, empleados metafóricamente para designar a un ser humano constituyen igualmente apelativos usuales (“mi gatito”); también algunos adjetivos son empleados con la misma función (“mi querido”). Los apelativos se usan como la primera, segunda y tercera persona del verbo para designar la persona que habla (el locutor), aquella a quien se habla (el alocutario) y aquella de la cual se habla (el delocutor). Se los llama, respectivamente, locutivos, alocutivos (o vocativos) y delocutivos. Todo apelativo: • tiene un carácter deíctico, ya que permite la identificación de un referente, con la ayuda de todas las indicaciones que puede aportar la situación; • tiene un carácter predicativo, pues el sentido del apelativo elegido, incluso si es pobre, permite efectuar una segunda predicación, sobreentendida, que remite a la relación social del locutor con la persona designada; • manifiesta las relaciones sociales, y por eso permite efectuar una segunda predicación, sobreentendida, que remite a la relación social del locutor con la persona designada. El vocativo en particular: • Llama la atención del alocutario por la mención de un término que le designa, y le indica que el discurso se dirige a él. Por el término elegido, el locutor indica también qué relación tiene con él y le atribuye una caracterización y un rol que tienden a hacerle interpretar el discurso de cierta manera: “compañeros”, “argentinos”, “ciudadanos”, “hijos valientes de la patria”. A veces el vocativo constituye un “enunciado”: “El que toca el bombo”. • La predicación efectuada con la ayuda del sentido de la palabra constituye un juicio acerca del alocutario. El juicio es fácilmente reconocible en las injurias vocativas, donde constituye la principal motivación de la enunciación del vocativo. La riqueza semántica varía en función de la riqueza del léxico de los apelativos usuales. Pero apelativos inusuales son también posibles, ya que el léxico injurioso constituye una serie léxica abierta. • La enunciación de un vocativo predica una relación social que puede ser conforme a la relación considerada determinante, como no serlo, y puede tener entonces como única motivación la predicación de esta relación. Se llama en general constitutiva toda predicación de una relación que no ha sido nombrada antes, incluso si se espera que sea predicada de esa manera.

Adaptación de Delphine Perret, “Les appellatifs”, Langages, 17, 1970.

b) Localización espacial Se pueden distinguir dos casos principales: 1. Los demostrativos espaciales, estructurados según un sistema ternario: • aquí/acá (próximo al hablante) • ahí (próximo al oyente) • allí/allá (en el campo de referencia de la 3ª persona, el no-interlocutor) 2. Los adverbios, de los que analizaremos algunos casos importantes. a) Cerca (de X) / lejos (de X): cuando no está expresado en el contexto, el lugar que representan es el que coincide con la ubicación del hablante (“¿Está lejos tu casa?”). b) Delante de / detrás de - a la izquierda / a la derecha: pueden tener referencia deíctica y no deíctica; la referencia deíctica ocurre cuando el objeto no tiene una orientación definida. “El sillón está delante de la mesa” significa que el sillón está ubicado entre el hablante y la mesa; en cambio, “La locomotora está delante del tren” significa que se encuentra (lógicamente) precediendo al primer vagón y en la dirección en que el tren se desplaza, sin importar la ubicación del hablante en este caso: es una referencia no deíctica. “Colocate a la izquierda de Juan” es no deíctico, significa ‘del lado del brazo izquierdo de Juan’. A la inversa: “Colocate a la izquierda del árbol” es deíctica, en tanto la ‘izquierda del árbol’ se sitúa en referencia a la posición del hablante. 3. Una tercera posibilidad existe en el empleo de los verbos ir y venir. En algunos casos, se oponen por los rasgos de acercamiento/alejamiento. Por ejemplo: “Juan va/viene al centro todos los días”. En este caso, el hablante no está (va) o está (viene) en el centro en la instancia de enunciación. Es distinto cuando estos verbos se combinan con una referencia temporal y/o una indicación de lugar que no sean simultáneas con la instancia de enunciación. Es posible decir: “Venga acá”, “Vas a venir acá”, “Voy a tu casa”, “Viniste aquí ayer”; pero no: *“Vaya acá”, *“Vas a ir acá”, *“Vengo hacia tu casa”, *”Fuiste aquí ayer”. Son intercambiables cuando el lugar en que se encuentra el locutor en el tiempo indicado por el verbo es el mismo que el que contiene la emisión: “Vino/fue a la conferencia” (a la que fui yo). En resumen, ir se puede emplear en todas las situaciones, excepto cuando el oyente se desplaza (en cualquier tiempo) hacia el lugar en que se encuentra el hablante en el momento de la enunciación. Venir se emplea en el caso en que el oyente se desplaza hacia el lugar en que se encuentra el hablante en el momento de la enunciación o se encontraba/encontrará en el momento del hecho enunciado.

c) Localización temporal Expresar el tiempo significa localizar un acontecimiento sobre el eje antes/después con respecto a un momento (T) tomado como referencia. Según los casos, T puede corresponder a: 1. Una determinada fecha, tomada como referencia en razón de su importancia histórica para una determinada civilización (por ejemplo, el nacimiento de Cristo). 2. T1, un momento inscripto en el contexto verbal; se trata entonces de referencia cotextual: “Juan llegó dos días después”. 3. T0, el momento de la instancia enunciativa; referencia deíctica: “Juan llegó antes de ayer”. En español, la localización temporal se realiza en el doble juego de las formas temporales de la conjugación verbal, que explota casi exclusivamente el sistema de localización deíctica, y de los adverbios y locuciones adverbiales, que se reparten muy parejamente entre la clase de deícticos y los relacionales o cotextuales. Deícticos Referencia: T0 Relativos al cotexto Referencia: expresada en el cotexto Simultaneidad en este momento, ahora en ese/aquel momento, entonces Anterioridad ayer, anteayer, el otro día, la semana pasada, hace un rato, recién*, recientemente la víspera, la semana anterior, un rato antes, un poco antes Posterioridad mañana, pasado mañana, el año próximo, dentro de dos días, desde ahora, pronto, dentro de poco, en seguida* al día siguiente, dos días después, al año siguiente, dos días más tarde, desde entonces, un poco después, a continuación Neutros** hoy, el lunes (el lunes más próximo, antes o después, a T0), esta mañana, este verano otro día * No obstante, estos adverbios pueden –mucho más raramente– ser relativos al cotexto. ** Expresiones que son independientes a la oposición simultaneidad/anterioridad/posterioridad (“Hoy me aburro” / “Hoy me aburrí” / “Hoy me voy a aburrir”) o a la oposición anterioridad/posterioridad (el lunes; otro día).
Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni, L'enonciation. De la subjetivité dans le langage, París, Armand Colin, 1980. No basta con distinguir entre elementos deícticos y no deícticos. Hay que tener en cuenta también el enfoque temporal, es decir, cómo el tiempo es considerado: se lo puede considerar como una repetición, un punto o una duración.

Adaptación de Dominique Maingueneau, Approche de l’énonciation en linguistique française, París, Hachette, 1981.

El uso de los tiempos verbales La elección de una forma de pasado, presente o futuro es de naturaleza eminentemente deíctica. Aunque a menudo se los llame “tiempos absolutos” son, en realidad, deícticos, porque el “tiempo pasado” es el proceso anterior a T0 y el “tiempo futuro” es el proceso posterior a T0. Ahora bien, en cada esfera pasado/presente/futuro el emisor puede elegir la manera de enfocar el proceso, al cual puede dilatar o puntualizar, considerar en su desarrollo o en su acabamiento, vinculado al pasado o, por el contrario, al presente. Esta elección no está automáticamente determinada por los datos concretos de la situación de enunciación, sino que se debe atribuir a lo que en sentido más amplio se llama subjetividad lingüística.

Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni, L'enonciation. De la subjetivité dans le langage, París, Armand Colin, 1980.

“La enunciación”

“La enunciación”
Elvira Narvaja de Arnoux (coord.) Selección y adaptación para la cátedra de semiología

1. Enunciación y enunciado Debo distinguir, en primer lugar, la oración y el enunciado. La oración es un objeto teórico, entendiendo por ello que no pertenece para el lingüista al dominio de lo observable sino que constituye una invención de esa ciencia particular que es la gramática. Lo que el lingüista puede tomar como objeto observable es, en cambio, el enunciado, considerado como la manifestación particular o la ocurrencia hic et nunc de una oración. Supongamos que dos personas diferentes digan “hace buen tiempo", o que una misma persona lo diga en dos momentos diferentes: se trata de dos enunciados diferentes, de dos observables distintos, observables que la mayoría de los lingüistas explican diciendo que constituyen dos ocurrencias de una misma oración, que se describe como una estructura léxica y sintáctica que supuestamente subyace en ellas. Pero, además, distingo del enunciado y la oración, la enunciación de un enunciado. La realización de un enunciado es, en efecto, un acontecimiento histórico: algo que no existía antes de que se hablara, adquiere existencia, para dejar de existir después de que se deja de hablar. Llamo “enunciación" a esa aparición momentánea.

Oswald Ducrot, El decir y lo dicho, Buenos Aires, Hachette, 1984.

La lingüística de la enunciación se propone delimitar y describir las huellas del acto en el producto, de la enunciación en el enunciado. Concebida en forma amplia, la lingüística de la enunciación tiene como meta describir las relaciones que se tejen entre el enunciado y los diferentes elementos constitutivos del marco enunciativo: los protagonistas (emisor y destinatario) y la situación de comunicación (circunstancias espacio-temporales y condiciones generales de la producción/recepción del mensaje: naturaleza del canal, contexto sociohistórico, restricciones del universo del discurso, etc.). Llamaremos hechos enunciativos a las unidades lingüísticas que funcionan como índices de la inscripción en el seno del enunciado de uno y/u otro de los parámetros que acabamos de señalar, y que son por esa razón portadoras de un archi-rasgo semántico específico al que llamaremos enunciatema. A la lingüística de la enunciación le corresponde identificar, describir y estructurar el conjunto de esos hechos enunciativos, es decir, hacer un inventario de sus soportes significantes, y elaborar una grilla que permita clasificarlos. Considerada en sentido restrictivo, la lingüística de la enunciación no se interesa más que por uno de los parámetros del marco enunciativo: el hablante/escritor. dentro de esta perspectiva, los hechos enunciativos que se estudian son las huellas lingüísticas de la presencia del locutor en el seno del enunciado, los lugares de inscripción y las modalidades de existencia de “la subjetividad en el lenguaje". A estos puntos de anclaje los llamaremos subjetivemas (caso particular de enunciatema). La lingüística de la enunciación (en sentido restringido) se centra entonces en la búsqueda de los procedimientos lingüísticos (shifters, modalizadores, términos evaluativos, etc.) con los cuales el locutor imprime su marca al enunciado, se inscribe en el mensaje (implícita o explícitamente) y se sitúa respecto de él (problema de la “distancia enunciativa").

Adaptación de Catherine Kerbrat-Orecchioni, L'énonciation. De la subjectivité dans le langage, París, Armand Colin, 1980. [Trad.: La enunciación: la subjetividad en el lenguaje, Buenos Aires, Hachette, 1986.]

La teoría del discurso es una teoría de la instancia de enunciación que es al mismo tiempo e intrínsecamente un efecto de enunciado. Que la instancia de enunciación sea un efecto de enunciado no significa que ese efecto esté presente en el enunciado bajo la forma de marcadores o indicadores morfosintácticos o semántico-sintácticos sino que debe ser reconstruido o “descubierto" por un esfuerzo de interpretación. Este esfuerzo de interpretación que nos hace descubrir la instancia de enunciación se reduce, de hecho, a una transposición de sentido: se trata en cierta medida de llenar un espacio elíptico gracias a una operación de paráfrasis o catálisis. Si bien existen ciertas marcas convencionales de la enunciación que pueden ser inventadas, estas marcas “empíricas" son sólo una ínfima parte del iceberg enunciativo. No es contradictorio afirmar al mismo tiempo que el lingüista no debe interesarse por la enunciación más que en su dimensión discursiva (instancia de enunciación / efecto de enunciado) y, por otra parte, que la enunciación, aunque marcada en el enunciado, no es enunciada: la enunciación transpuesta a partir del enunciado es la elipsis que se abre “en abismo" por paráfrasis o catálisis. Como decía Kant, hay conceptos que se pueden llamar “paralógicos" desde el momento en que no hay ningún predicado que agote su contenido. El concepto de enunciación es uno de estos conceptos y por eso es más conveniente desplazar la discusión al nivel de las estrategias operacionales o metodológicas. Ahora bien, si se trata de formular una metodología, el concepto de enunciación tiende inmediatamente a dispersarse en dos direcciones que se llaman deictización y modalización de la enunciación. Se trata evidentemente de una doble reducción pero las dos metodologías son, felizmente, complementarias. Una buena buena metodología deictizante presupone necesariamente una organización egocéntrica de la deixis, mientras que una buena metodología modalizante presupone en cambio una organización interactancial y por lo tanto “egofugal": la organización de la deixis se hace a partir del yo (de la subjetividad egocéntrica) mientras que la organización de las modalidades está orientada a partir de una comunidad enunciativa (se podría decir también a partir de la subjetividad comunitaria).

Adaptación de Herman Parret: “L'énonciation en tant que déictisation et modalisation", Langages, 70, 1983.