5. EL APARATO FORMAL DE LA ENUNCIACIÓN
Todas nuestras descripciones lingüísticas consagran un lugar a
menudo importante al “empleo de las formas”. Lo que se entiende
por resto es un conjunto de reglas que fijan las condiciones
sintácticas en las que las formas pueden o deben aparecer
normalmente, por pertenecer a un paradigma que abarca las
elecciones posibles. Estas reglas de empleo están articuladas con
reglas de formación previamente indicadas, de manera que se
establezca cierta correlación entre las variaciones morfológicas y las
latitudes combinatorias de los signos (concordancia, selección
mutua, preposiciones y regímenes de los nombres y los verbos, lugar
y orden, etc.). Parece que, limitadas las elecciones de una y otra
parte, se obtenga así un inventario que podría ser, teóricamente,
exhaustivo tanto de los empleos como de las formas, y en
consecuencia una imagen cuando menos aproximada de la lengua en
uso.
Desearíamos, con todo, introducir aquí una distinción en un
funcionamiento que ha sido considerado desde el ángulo exclusivo
de la nomenclatura morfológica y gramatical. Las condiciones de
empleo de las formas no son, en nuestro concepto, idénticas a las
condiciones de empleo de la lengua. Son en realidad mundos
diferentes, y puede ser útil insistir en esta diferencia que implica
otra manera de ver las mismas cosas, otra manera de describirlas e
interpretarlas.
El empleo de las formas, parte necesaria de toda descripción, ha
dado objeto a gran número de modelos, tan variados como los tipos
lingüísticos de que proceden. La diversidad de las estructuras
lingüísticas, en la medida en que sabemos analizarlas, no se puede
reducir a un número exiguo de modelos que comprenderían siempre
y sólo los elementos fundamentales. Cuando menos disponemos así
de algunas representaciones bastante precisas, construidas por
medio de una técnica comprobada. Muy otra cosa es el empleo de la lengua. Aquí es cosa de un
mecanismo total y constante que, de una manera o de otra,
afecta a la lengua entera. La dificultad es captar este gran fenómeno,
tan trivial que parece confundirse con la lengua misma,
tan necesario que se escapa.
La enunciación es este poner a funcionar la lengua por un
acto individual de utilización.
El discurso -se dirá-, que es producido cada vez que se
habla, esa manifestación de la enunciación, ¿no es sencillamente
el "habla"? Hay que atender a la condición específica de la
enunciación: es el acto mismo de producir un enunciado y no
el texto del enunciado lo que es nuestro objeto., Este acto se
debe al locutor que moviliza la lengua por su cuenta. La relación
entre el locutor y la lengua determina los caracteres lingüístico~
de la enunciación. Debe considerársela como hecho del
locutor, que toma la lengua por instrumento, y en los caracteres lingüísticos que marcan esta relación.
Este gran proceso puede ser estudiado de diversos modos.
Vemos tres principales.
El más inmediatamente perceptible y el más directo -con
todo y que en general no se le relacione con el fenómeno general
de la enunciación- es la realización vocal de la lengua. Los
sonidos emitidos y percibidos, ya sean estudiados en el marco
de un idioma particular o en sus manifestaciones generales,
como proceso de adquisición, de difusión, de alteración -son
otras tantas ramas de la fonética- proceden siempre de actos
individuales, que el lingüista sorprende en lo posible en una producción
nativa, en el seno del habla. En la práctica científica,
se procura eliminar o atenuar los rasgos individuales de la enun-ciación fonética recurriendo a sujetos diferentes y 'multiplicando
los registros, de manera que se obtenga una imagen media
de los sonidos, distintos o ligados. Pero todo el mundo sabe
que, en el mismo sujeto, los mismos sonidos no son nunca reproducidos
exactamente, y que la noción de identidad sólo es
aproximada, precisamente cuando la experiencia es repetida en
detalle. Estas diferencias se deben a la diversidad de las situaciones
en que es producida la enunciación.
El mecanismo de esta producción es otro aspecto esencial
del mismo problema.,La enunciación supone la conversión individual de la lengua en discurso:aquí la cuestión -muy difícil y todavía poco estudiada- es ver cómo el "sentido" se forma
en "palabras", en qué medida puede distinguirse entre las dos
nociones y en qué términos describir su interacción. Es la semantización
de la lengua lo que ocupa el centro de este aspecto
de la enunciación, y conduce a la teoría del signo y al análisis
de la significancia.~ En esta misma consideración pondremos
los procedimientos mediante los cuales las formas lingüísticas
de la enunciación se diversifican y se engendran. La "gramática
transformacional" aspira a codificarlos y formalizarlos
para deslindar iin marco permanente y, a partir de una teoría
de la sintaxis universal, propone elevarse a una teoría del funcionamiento
de la mente.
Puede, en fin, considerarse otro enfoque, que consistiría eii
definir la enunciación en el marco formal de su realización.
Tal es el objeto propio de estas páginas. Tratamos de esbozar,
dentro de la lengua, los caracteres formales de la enunciación
a partir de la manifestación individual que actualiza. Tales caracteres
son necesarios y permanentes los unos, los otros incidentales
y ligados a la particularidad del idioma elegido. Por
comodidad, los datos aquí utilizados proceden del francés usual
y de la lengua de la conversación.
En la enunciación consideramos sucesivamente el acto mismo,
las situaciones donde se realiza, los instrumentos que la
consuman.
'El acto individual por el cual se utiliza la lengua introduce
primero el locutor como parámetro en las condiciones necesarias
para la enunciación. Antes de la enunciación, la lengua no
es más que la posibilidad de la lengua. Después de la enunciación,
la lengua se efectúa en una instancia de discurso, que
emana de un locutor, forma sonora que espera un auditor y que
suscita otra enunciación a cambio.
En tanto que realizacibn individual, la enunciación puede definirse,
en relación con la lengua, como un proceso de apropiación,
El locutor se apropia cl aparato formal de la lengua y
enuncia su posición de locutor niediante indicios específicos,
' Nos ocupanios p?rticularniente de mto en un estudio publicado cni Serniotica, 1,
1969 (antes. pp. 47-69). por una parte, y por medio de procedimientos accesorios, por
otra.
Pero inmediatamente, en cuanto se declara locutor y asume
la lengua, implanta al otro delante de él, cualquiera que sea el
grado de presencia que atribuya a este otro.(Toda enunciación
cs, explícita o implícita, una alocución, postula un alo~utario~
Finalniente, en la enunciación,;la lengua se hlla enipleada
en la expresión de cierta relación con el mundo. La coiidición
misma de esta movilización y de esta apropiación de la lengua
es, en el locutor, la necesidad de referir por el discyrso y, en el
otro, la posibilidad de correferir idénticamente, en el coiisenso
pragmático que hace de cada locutor un colocutor. La referencia
es parte integrante de la enuiiciación.
Estas condiciones iniciales van a gobernar todo el iiiecanisnio
de la referencia en el proceso de enunciación, creando una situación
muy singular y de la cual no se adquiere la menor conciencia.
El acto individual de apropiación de la lengua introduce al
que habla en su habla. He aquí un dato constitutivo de la
enunciación. La presencia del locutor en su enunciación hace
que cada instancia de discurso constituya un centro de referencia
interna. Esta situación se manifestará por un juego de
formas específicas cuya función es poner al locutor en relación
constante y necesaria con su enunciación.
Esta descripción un poco abstracta se aplica a un fenómeno
lingüístico familiar en el uso, pero cuyo análisis teórico apenas
se está iniciando. Está primero la emergencia de los indicios de
persona (la relación yo-tú), que no se produce más que en la
enunciación y por ella: el término yo denota al individuo que
profiere la enunciación, el término tú, al individuo que está
presente como alocutario.
De igual naturaleza y atinentes a la misma estructura de
enunciación son los indicios numerosos de la ostensión (tipo
este, aquí, etc.), términos que implican un gesto que designa
el objeto al mismo tiempo que es pronunciada la instancia del
término.
Las formas llamadas tradicionalmente "pronombres personales",
"demostrativos", nos aparecen ahora como una clase de
"individuos lingüísticos", de formas que remiten siempre y solamente a "individuos", trátese de personas, de momentos, de
lugares, por oposición a los términos nominales que remiten
siempre y solamente a conceptos. Ahora, el estatuto de estos
"individuos lingüísticos" procede del hecho de que nacen de
una enunciación, de que son producidos por este acontecimiento
individual y, si puede decirse, "semelnativo". Son engendrados
de nuevo cada vez que es proferida una enunciación, y cada
vez ~,signan de nuevo.
Otra serie, tercera, de términos aferentes a la enunciación está
constituida por el paradigma entero -a menudo vasto y complejo-
de las formas temporales, que se determinan por relación
con el EGO, centro de la enunciación. Los "tiempos" verbales
cuya forma axial, el "presente", coincide con el momento
de la enunciación, forman parte de este aparato necesario.'
Vale la pena detenerse en esta relación con el tiempo, y meditar
acerca de la necesidad, interrogarse sobre lo que la sustenta.
Podría creerse que la temporalidad es un marco innato del pensamiento.
Es producida en realidad en la enunciación y por
ella. De la enunciación procede la instauración de la categoría
del presente, y de la categoría del presente nace la categoría
del tiempo. El presente es propiamente la fuente del tiempo.
Es esta presencia en el mundo que sólo el acto de enunciación
hace posible, pues -piénsese bien- el hombre no dispone de
ningún otro medio de vivir el "ahora" y de hacerlo actual más
que realizarlo por inserción del discurso en el mundo. Podría
mostrarse mediante análisis de sistemas temporales en diversas
lenguas la posición central del.presente. El presente formal no
hace sino explicitar el presente inherente a la enunciación, que
se renueva con cada producción de discurso, y a partir dc este
presente continuo, coextensivo con nuestra presencia propia,
se imprime en la conciencia el sentimiento de una continuidad
que llamamos "tiempo"; continuidad y temporalidad se engendran
en el presente incesante de la enunciación que es el presente
del ser mismo, y se delimitan, por referencia interna, entre
lo que va a volverse presente y lo que acaba de no sedo ya.
Así la enunciación es directamente responsable de ciertas
' El detalle de los hechos de lengua que abarcamos aquí en una ojeada sintitia
s cxpuerto en varios capítulos dc nuestros Probl¿mcs de linguirtique gdndrale, . lo cual nos disculpa de insistir. clases de signos que promueve, literalniente, a la existencia.
Pues no podrían nacer ni hallar empleo en el uso cognitivo de
la lengua. Hay pues que distinguir las entidades que tienen en
la lengua su estatuto pleno y pemianeiite y aquellas que, enianadas
de la enunciación, sólo existen eii la red de "iiidividuos"
que la enunciación crea y en relación con el "aquí-ahora" del
locutor. Por ejeinplo, el "yo", el "eso", el "maíiana" de la descripción
gramatical no son sino los "nonibres" inetalingüisticos
de yo, eso, moñanu producidos en la eiiunciacióii.
Aparte de las fuerzas que gobierna, la enuiiciacióri da las coiidiciones
necesarias para las grandes funciones siiitácticas: No
bien el enunciador se sirve de la lengiia para influir de algún
modo sobre el comportamiento del alocutario, dispone para
ello de un aparato de funciones. Está, priiiiero, la ittterrogan'ón,
que es una enunciación construida para suscitar una "respuesta",
por un proceso liiigiiístico que es al iiiisiiio tiempo un
proceso de comportaiiiieiito de doble entrada. Todas las fornias
Iéxicas y sintácticas de la iiiterrogacióii. partículas, proiionibres.
sucesión, entonación, etc.. participan de este aspecto de la
eniinciacióo.
Parecidaiiientc serán atribuidos los t6riiiiiios o foriiias qitc
Ilanianios de intiittacióli: órdciics, Ilaiiiados. coiicebidos cii categorías
coiiio el inipcratiro. cl vocativo. qiie iiiiplicaii una relacióii
viva e iiinicdiata dcl ciiuiiciador v cl otro, eii uiia referencia
necesaria al ticiiiyo dc la ciiuiiciacióii.
Menos evidente qiiizi. pero no iiiciios cierta. cs la pertciieiicia
de la aserción a este iiiisiiio rcpcrtorio. Tanto en so sesgo
siiitáctico ~01110 en su ciitoiiaciúii, la ascrcióii apiiiita a coiiiuiiicar
una ccrtiduiiibre, es la ii~iaiiifestacióii iiiis coiiiúii dc la
presencia del locutor cii la eiiiiiiciacióii. hasta ticiic iiistruiiieiitos
específicos que la esprcsaii o iiiiplicaii, las palabras sí !. IZO
que asertaii positiva o iicgatiraiiiciitc uiia proposici0ii. La iicgación
coiiio operacióii lógica es iiidcpeiidieiitc de la eiiiiiiciacióii.
tiene su forma propia en fraiiris, quc es iie. . . pus. Pero la partícula
asertiva no, sustituto de iiiia proposición, se clasifica conio
la partícula sí, cuyo cstatiito coiiiparte. eiitrc las fori~ias que
participan de la enuiiciacióii.
Más ampliamente aun, si bien de iiiaiiera iiienos categorizable,
se disponen aqiii toda siicrte de iiiodalidades forn~ales.
unas pertenecientes a los verbos coiiio los "niodos" (optativo,
subjuiitivo) que enuncian actitudes del enunciador hacia lo
que enuncia (espera, deseo, aprensión), las otras a la fraseología
("quizá", "sin duda", "probablemente") y que indican iiicertidumbre,
posibilidad, indecisión, etc., o, deliberadaniente,
denegación de ascrcióii.
'LO que en general caracteriza a la enunciación es la acentuación
de la relación discursiva al interlocutor, ya sea este real o imaginado,
individual o colectivo. ,
Esta característica plantea por necesidad lo que puede llamarse
el cuadro figurativo de la eiiunciación. Como forma de
discurso, la enunciación plantea dos "figuras" igualmente necesarias,
fuente la una, la otra meta de la enuuciacióu. Es la
estructura del diálogo. Dos figuras en posición de interlocutores
son alternativamente protagonistas de la enunciación. Este marco
es dado necesariamente con la definición de la enunciación.
Podría objetarse que puede haber diálogo fuera de la enunciación
o enunciación sin diálogo. Deben ser examinados los dos
casos.
En la justa verbal practicada por diferentes pueblos, y de la
cual es una variedad típica el hmn-teny de los Merina, no se
trata en realidad ni de diálogo ni de enunciación. Ninguna de
las partes se enuncia: todo consiste en proverbios citados y en
contraproverbios contracitados. No hay una sola referencia
explícita al objeto del debate. Aquel de los dos competidores
que dispone de mayor provisión de proverbios, o que los emplea
más diestramente, con mayor malicia, del modo más imprevisible,
sale ganando y es proclamado vencedor. Este juego
no tiene más que las apariencias de un diálogo.
A la inversa, el "monólogo" procede por cierto de la enunciación.
Debe ser planteado, pese a la apariencia, como una variedad
del diálogo, estructura fundamental. El "monólogo" es
un diálogo interiorizado, formulado en "lenguaje interior",
entre un yo locutor y un yo que escucha. A veces el yo locutor
es el único que habla; el yo que escucha sigue presente, no obstante;
su presencia es necesaria y suficiente para tomar significante
la enunciación del yo locutor. En ocasiones tambikn el yo que escucha interviene con una objeción, una pregunta, una
duda, un insulto. La forma lingüística que adopta esta intervención
difiere según los idiomas, pero es siempre una forma 'lpersonal".
Ora el yo que escucha se pone en el lugar del yo locutor
y se enuncia pues como "primera persona"; así en espaiíol,
donde el "monólogo" será cortado por observaciones o injunciones
como: "No, soy tonto, olvidé decirle que. . ." Ora el yo
que escucha interpela en "segunda persona" al yo locutor: "No,
no hubieras debido decirle que. . ." Habría que establecer una
interesante tipología de estas relaciones; en algunas lenguas se
vería predoiiiiiiar el yo oyente como sustituto del 'locutor, poniéndose
a su vez como yo (francés, inglés), o en otras dándose
por interlocutor del diálogo y empleando tú (aleiiián,
ruso). Esta trasposición del diálogo a "monólogo" doiidc itco
ora se escinde en dos, ora asume dos papeles, se presta a figiiraciones
o trasposiciones psicodraináticas: conflictos del "yo
profundo" y de la "concieiicia", dcsdoblamientos provocados
por la "inspiración", etc. Suministra la oportunidad el aparato
lingüístico de la enunciacióii sciirrcflcuiva que coniprciidc iin
juego de oposiciones del proiioiiihrc v del aiitóiiiiiio (cii fraiic6s
jelmel moi)?
Estas situaciones pedirían una dcscripciOii cloblc, dc fornia
lingüística y de condición figiirativa. Sc contenta uiio demasiado
fácilmente con invocar la frcciiciicia y la utilidad prácticas
de la comunicación entre los individuos para admitir la situación
de diálogo como resultaiitc de una necesidad y prescindir
de analizar sus múltiples variedades. Una de ellas se presenta en
una condición social de lo más trivial en apariencia, de las
menos conocidas en verdad. B. Malinowski la ha señalado con
el nombre de comunidn fática, calificándola así como fenómeno
psicosocial de funcionamiento lingüístico. Trazó su configuración
partiendo del papel que tiene el lenguaje. Es un proceso
donde el discurso, con la forma de un diálogo, funda una
aportación entre los individuos. Vale la pena citar algunos pasajes
de este análisis: =
' Ver un articulo del BSL, 60 (1965). fasc. 1. pp. 71ss.
Traducimos algunos pasaje del articulo de B. Malinowski publicado cn Ogdrn y
Richafd9, The Meaning of Meaning. 1923. El caso del lenguaje empleado en relaciones sociales libres, sin meta,
merece una consideración especial. Cuando se sienta gente alrededor
de la hoguera del pueblo después de concluir su faena cotidiana o cuando
charlan para descansar del trabajo, o cuando acompaíian un trabajo
simplemente manual con un chachareo que no tiene que ver con lo que
hacen, es claro que estamos ante otra manera de emplear la lengua,
con atro tipo de función del discurso. Aquí la lengua no depende de
lo que pasa en el momento, hasta parece privada de todo contexto
~ituacional. El sentido de cada enunciado no puede ser vinculado al
comportamiento del locutor o del oyente, a la intención de lo que
hacen. , Una simple frase de cortesía, enipleada tanto en las tribus salvajes
como en un salón europeo, cumple con una función para la cual el sentido
de sus palabras es casi del todo indiferente. Preguntas sobre el estado
de salud, observaciones sobre el tiempo, afirmación de un estado
de cosas absolutamente evidente, todas estas cosas son intercaiilbiadas
no para informar, no en este caso para ligar a personas en acción, tampoco,
de fijo, para expresar un pensamiento.. . Es indudable que estamos ante un nuevo tipo de empleo de la lengua
-que, empujado por el demonio de la invención terminológica,
siento la tentación de llamar comunión fática, un tipo de discurso en
el cual los *exos de unión son creados por un simple intercambio de
palabras.. . Las palabras en la comunión fática json em leadas principalmente
para trasmitir una significación que es simbóqicamente la
suya? No, de scguro. Desempefian una función social y es su principal
meta, pero no son resultado de una reflexión intelectual y no suscitan
por necesidad una reflexión en el oyente. Una vez más podremos decir
que la lengua no funciona aquí como un medio de trasmisión del pensamiento.
Pero ¿podemos considerarla como un modo de acción? ¿Y en qué
relación está con nuestro concepto decisivo dc contexto de situación?
Es evidente quc la situación exterior no intenrieiic dircctaiiiciitc en la
técnica de la palabra. Pero ¿qué se puedc considerar coiiio situación
cuaiido un grupo de gcutc charla sin nieta? Consiste sencillamente en
esta atmósfera de sociabilidad y en cl Iieclio de la coiiiuiiiói~ pcrsoiial
de esa gente. Mas ésta es de hecho coiisuiiiada por la palabra, y la situación
en todos los casos cs creada por cl iiitercaiiibio dc palabras, por
los sentimientos específicos que forman la gregaridad convivial, por el
vaivén de los decires que constituyen el cliacoteo ordinario. La situación
entera consiste en acontecimientos lingüisticos. Cada enunciación
es un acto que apunta directamente a ligar el oyente al locutor por el
nexo de algún sentimiento, social o de otro género. Una vez más el lenguaje
en esta función no se nos manifiesta como un instmmento dc
reflexión sino como un modo de acción.
Estamos aquí en las lindes del "diálogo". Una relación per-
sonal creada, sostenida, por una forma convencional de enunciación
que vuelve sobre sí misma, se satisface con su logro, sin
cargar con objeto, ni con meta, ni con mensaje, pura enunciación
de palabras convenidas, repetida por cada enunciador. El
análisis formal de esta forma de intercambio lingüístico está
por hacer?
En el contexto de la enunciación habría que estudiar otras
muchas cosas. Habría que considerar los cambios léxicos que
la enunciación determina, la fraseología que es la marca frecuente,
acaso necesaria, de la "oralidad". También habría que
distinguir la enunciación hablada de la enuiicia'ción escrita.
Esta se mueve en dos planos: el escritor se enuncia escribiendo
y, dentro de su escritura, hace que se enuncien individuos.
Se abren vastas perspectivas al análisis de las formas complejas
del discurso, a partir del marco formal aquí esbozado.